“La parroquia es una oportunidad para que los niños se integren en el barrio”

Adrián Ríos (Sevilla, 1972) llegó hace dos años a la parroquia de Juan Pablo II, en Olivar de Quintos (Dos Hermanas), que colabora con centros sociales como el de Miguel de Mañara.

—¿Cuándo fue ordenado sacerdote?
—En octubre de 2004. Entré en el seminario con 26 años. Estudié Derecho en la Universidad de Sevilla y trabajé cinco años en el Banco Santander antes de entrar en el seminario.

—¿Qué le motivó a dar ese giro a su vida?
—Tuve una trayectoria de fe progresiva. Tenía pareja, trabajo, lo tenía todo, pero veía que mi vida no estaba ahí, la veía en la Iglesia como sacerdote. Siempre he estado metido en movimientos católicos que me han dejado huella, pero quizás lo que me dio el empujón final fue los años que estuve de voluntario dando café a la gente de la calle. Fue una experiencia que transformó mi escala de valores.

—Cuando entró en el seminario tenía 26 años ¿Fue una decisión tomada desde la madurez?
—Bueno, me dio mucho vértigo. Dejaba muchas cosas atrás, y si Dios me hacía ver que ese no era mi camino, tendría que volver atrás y emprender nuevos trabajos y nuevas relaciones. Todo era un riesgo, pero todo ese vértigo desapareció en el tercer año de seminario.

—¿Cuándo llegó a Juan Pablo II?
-Hace dos años y medio. Es una zona residencial con más de 20.000 habitantes. Creo que es una parroquia de futuro.

—¿Es cierto que celebra la misa en una caseta de obra?
-Aquello es un solar de 2.800 metros cuadrados. En la mitad de este espacio van los salones parroquiales, que ya están construidos y se inaugurarán en junio. En la otra parte hay un templo provisional, una caseta de obra, donde se construirá el templo. Pero la caseta engaña. Entras y parece que estás en una iglesia. Fuera es horrorosa (ríe).

—¿Cómo comenzó su relación con SAMU?
—Creo que la parroquia tiene que estar presente en todas las realidades sociales donde le dejen entrar. Así que, del mismo modo que me presenté a las asociaciones que tienen su sede en mi feligresía, como Aspace, dirigida a personas con parálisis cerebral, o ASAS, de discapacitados psíquicos, me presenté en el complejo de Miguel de Mañara que dirige SAMU cuando vi obras allí.

—¿Conocía los proyectos de SAMU en Miguel de Mañara?
—No, yo me presenté en Navidad allí como párroco de la zona para poner la parroquia al servicio del centro de acogida de menores, que ya estaba abierto cuando fui, y del futuro centro de salud mental. Veía la necesidad de integración de los niños del centro en el barrio y en la parroquia través de los campamentos, los talleres de tiempo libre, las catequesis y otras actividades.

—¿Tiene la parroquia presencia en el centro de menores?
—Estamos a la espera de que la Junta de Andalucía nos autorice para ofrecer clases de apoyo en el centro. La idea es que la parroquia actúe de puente para que estos niños conozcan a sus vecinos del barrio. Es una oportunidad para que los niños se integren en el barrio.

—¿Cómo han reaccionado los voluntarios de la parroquia?
—Los voluntarios de la parroquia están acostumbrados a que el cura los líe (ríe). Hay muchos voluntarios. Es más, hay más voluntarios para visitar enfermos que enfermos que visitar. Hay más voluntarios en Cáritas que familias atendidas este año. Lo que queremos es que todos los voluntarios reciban formación.

—Los dos proyectos de SAMU son aconfesionales ¿Cómo es la convivencia?
—No vamos a ir a convencer a nadie, vamos a atender a quien nos llame. En un centro de salud mental suele haber muchas personas que demandan la relación con Dios. Y si un centro que no es religioso ofrece atención espiritual, le hace un buen servicio a la persona, no a la Iglesia. Yo siempre digo que voy a donde me llaman, no me meto a contramano en ningún sitio.