Fernando Segura Román. Enfermero y alumno de Escuela SAMU

Fernando Segura: «Tras un año en Escuela SAMU, me apunto a un bombardeo»

Fernando Segura Román (Sevilla, 2000) acaba de finalizar sus estudios del Máster de Enfermería en Urgencias, Emergencias, Catástrofe y Acción Humanitaria en Escuela SAMU con el mejor expediente de su promoción, título que comparte con su compañera Eva María Gil Centeno.

 

—Enhorabuena, acaba de graduarse con uno de los dos mejores expedientes de su promoción. ¿Qué le pasó por la cabeza cuando le dieron el diploma en el acto de graduación tras un duro año en Escuela SAMU?
—Lo primero que hice fue dirigirme a Andrés Rodríguez, instructor y una de las personas más importantes para mí en Escuela SAMU, y le dije: “Andrés, yo ese chaleco me lo voy a poner. Voy a ser instructor. El día de mañana quiero trabajar en SAMU”. Sé que ahora no es el momento, no tengo experiencia y tengo que aplicar todo lo aprendido antes de enseñárselo a los demás, pero voy a volver.

—Tiene muy claro su futuro.
—El miedo que me da es perder el contacto con SAMU en ese tiempo. Ahora, por ejemplo, estoy trabajando en Mallorca en el servicio de Urgencias de Pediatría del Hospital Son Espases, pero me han dicho que ese contacto nunca lo voy a perder, que si ya he entrado en SAMU, siempre van a contar conmigo cuando sea necesario.

—Vayamos por orden. ¿Por qué decidió estudiar el Grado de Enfermería?
—No fue por tradición familiar, de hecho, soy el primer enfermero de mi familia. Fue por un tema personal, por la pérdida de un ser querido. Esto me hizo acercarme al mundo de la sanidad y querer salvar la vida de los demás, ya que, en aquella ocasión, no pude hacerlo.

—¿Puedo preguntarle quién era ese ser querido?
—Sí, mi padre. Murió en su casa. Yo tenía 13 años. Su pérdida me hizo interesarme por el mundo sanitario, totalmente desconocido para mí en ese momento.

—¿Y siempre tuvo claro que quería especializarse en el campo de las emergencias?
—A lo largo de la carrera fui cambiando muchas veces de opinión. Entré queriendo ser matrona, después me atrajo la Atención Primaria, luego quise hacer la especialidad de Enfermería Familiar y Comunitaria porque existía la opción de trabajar en el DCCU (Dispositivos de Cuidados Críticos y Urgencias). Y cuando hice prácticas en la UCI me enamoré de la especialidad de críticos. Durante mi estancia en Portugal con una beca Erasmus hice varias guardias en una ambulancia, y también me di cuenta de que lo mío eran las situaciones críticas e impredecibles.

—¿Conocía el Máster de Enfermería de Escuela SAMU?
—Cuando terminé la carrera de Enfermería, lo primero que pensé fue en irme fuera a trabajar. De hecho, acepté un contrato en Barcelona. Pero, en realidad, me apetecía seguir estudiando, no trabajar, porque, realmente salí de la carrera con la sensación de no saber nada. Me sentía inseguro, sentía que me faltaba formación y empecé a buscar posgrados presenciales. Finalmente, encontré dos, uno en La Universidad Pablo de Olavide y el de SAMU.

—¿Por qué se decantó por el máster de Escuela SAMU?
—Laura Fernández, una compañera de la facultad, que ya había hecho el máster de SAMU, me lo recomendó, pero fue muy sincera conmigo. Me dijo: “Haz este máster. Va a ser un año en el que perderás tu vida social y te aislarás. Si tienes pareja, puedes perderla, y también a los amigos, pero, por su formación, merecerá la pena. No te arrepentirás en ningún momento”. También le pregunté a otros compañeros que habían ido a una visita a Escuela SAMU mientas yo estuve de Erasmus y me dijeron: “Allí están todos locos, son unos salvajes”. Y en el fondo tenían razón, un toque de locura tenemos todos en SAMU. Al final me fié de Laura y me matriculé. No fue fácil tomar la decisión. Cambié la opción de estar un año ganando dinero en Barcelona por la de gastarme lo que me quedaba de la herencia de mi padre en esta formación. Aposté todas mis cartas a una y rechacé el contrato de trabajo de Barcelona sólo 12 días antes de empezar y me preparé a conciencia las pruebas de acceso. Iba a muerte. Me lo tomé muy en serio.

—¿Se arrepiente de esa decisión?
—En absoluto. No me arrepiento para nada. Ha sido un año muy difícil, de enorme esfuerzo económico y personal. He perdido a mi pareja y me he enfadado con amigos, pero tenía claro que quería priorizar mi formación y mi futuro laboral.

—¿Qué se lleva de este año en Escuela SAMU a nivel personal y profesional?
—A nivel personal, he alucinado con el vínculo que se crea tanto con los profesores como con los compañeros. Te llevas un año compartiendo tu día a día, tu rutina, un estilo de vida, tus risas y tus desgracias con las mismas 30 personas y eso une mucho. Respiras el mismo oxígeno. Duermes durante cuatro días seguidos con ellos en medio de la nieve y sufres con ellos los retos de las acampadas de supervivencia que te llevan al límite. Somos muy distintos todos, pero esa diferencia hace que seamos un grupo tan compatible. Ellos y la escuela en general han sido mi familia y mi casa durante un año, una familia y un hogar que me hacían mucha falta. Y, cuando se ha finalizado el curso, me ha costado mucho aceptar que todo esto se ha acabado.

—¿Y profesionalmente?
—Aún no puedo contestar a esta pregunta porque no soy plenamente consciente de ello. Solamente llevo una semana trabajando en Mallorca y ya me he dado cuenta de lo mucho que he evolucionado en un año. Me refiero al cambio de actitud por mi parte y a la seguridad que tengo ahora en mí mismo.

—¿Cómo se ve, profesionalmente hablando, con respecto a otros compañeros de Mallorca?
—Compañeros que llevan un año trabajando en ese hospital me preguntan cosas a mí, que sólo llevo una semana, sobre todo, el por qué hago algo de una manera y no de otra. En este tiempo, he tenido varios casos graves, por ejemplo, un niño que llevaba 30 minutos convulsionando. Ahora, después de un año en Escuela SAMU, me apunto a un bombardeo. Antes evitaba los problemas, me quedaba sólo con lo mío, más tranquilo, y ahora me meto en los casos más graves para echar una mano. En SAMU he aprendido a preparar los fármacos, las dosis, sé lo que el médico necesita antes de que me lo diga. Puedo emitir un juicio aunque la decisión final sea de otros. Sé manejar todo el material de críticos y los protocolos de actuación en caso de epilepsia de un niño, por ejemplo. En el máster he aprendido cosas que van más allá de mis competencias como enfermero, pero eso me ha permitido tener mucha más seguridad en el trabajo y saber en todo momento qué estoy haciendo, por qué y saber que lo estoy haciendo bien.

—El Máster de Enfermería incluye una parte de acción humanitaria. ¿Ha podido ir ya de misión?
—Aún no, pero tengo claro que lo haré. Es mi sueño. Cuando ocurrió el terremoto de Turquía nos dijeron que nos íbamos todos de misión y que teníamos tres días para prepararnos. En ese momento, estaba trabajando a media jornada en un hospital privado de Sevilla. Como siempre hago, aposté todo por algo. Dejé el trabajo, lo que me acarreó muchos problemas, y me involucré al máximo en los preparativos de la misión. El día antes de salir, nos dijeron que no nos iban a activar porque la demanda había bajado. Me quedé clavado en la mesa. Otros compañeros también habían renunciado a su trabajo para poder ir. Fue un palo muy grande. Esa es la parte negativa de las misiones, que de 30 salen 5, y que hay q estar preparado tanto para vivir una aventura en otro país como para quedarte en el caso de que se cancele.