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Clínica de salud mental SAMU Wellness

Paola Mora, subdirectora de SAMU Wellness: «Nuestro punto fuerte es el equipo técnico y asistencial»

La enfermera Paola Mora (Palos de la Frontera, Huelva, 1989) es subdirectora de SAMU Wellness. Además, desde hace cuatro años es profesora en Escuela SAMU y también dirigió durante varios periodos la UED San Lucas, especializada en la atención de personas con discapacidad intelectual y trastorno de conducta.

—Se ha cumplido un año de la apertura de SAMU Wellness. ¿Qué balance haría de la clínica?
—Estamos muy contentos con el resultado. Los inicios fueron difíciles, como en cualquier otro proyecto. El primer paciente hospitalizado estaba solo y todo el personal se centraba en él. Hoy, el 90% de las plazas de ingresos están ocupadas. También hemos aumentado el personal, cada vez tenemos más técnicos y más profesionales especializados. En poco tiempo hemos crecido mucho.

—¿Habéis cumplido los objetivos que os planteasteis al principio?
—Uno de los objetivos que perseguían el doctor Zoilo Fernández y el doctor Carlos Leiva, director técnico y director médico de SAMU Wellness, respectivamente, era que la clínica no fuese el típico hospital psiquiátrico que todos conocemos. Buscaban que la atención del paciente fuera integral y siguiera el guión de una comunidad terapéutica. De ahí que nuestro centro cuente con instalaciones para la realización de ejercicio físico, zonas verdes, una granja con animales, talleres ocupaciones, de pintura o manualidades.

—¿Qué nuevos retos os planteáis en SAMU Wellness?
—Nuestro gran reto es ofrecer una calidad asistencial digna a aquellas personas que lo están pasando mal, arroparlos, ayudarlos y ofrecerles una atención integral. Ese siempre ha sido nuestro objetivo principal.

—Los servicios de SAMU Wellness son muy amplios, pero ¿Cuál diría que es su punto fuerte?
—En la clínica tratamos diferentes patologías y pacientes muy diversos, jóvenes y mayores. Quizás uno de nuestros puntos fuertes sean los trastornos de conducta, ya que SAMU tiene mucha experiencia en este campo. También tratamos muchos trastornos de personalidad, trastorno de conducta alimentaria, pacientes con riesgo de suicidio o adicciones como el consumo de tóxicos. Pero, sin lugar a duda, nuestro punto fuerte es el equipo técnico y asistencial. Hay grandes profesionales volcados en este el proyecto, que no miran la hora y lo dan todo.

—¿Qué aspectos cree que habría que mejorar de cara al futuro?
—Estamos trabajando en la búsqueda de terapeutas ocupacionales. Hasta ahora, todos los pacientes trabajan en grupo y creemos que es bueno diferenciarlos en función de su progreso y evolución. Necesitamos personal de referencia para atender a los pacientes más estables. Creo que esto es clave para mejorar y crecer.

—¿Cuándo llegó usted a la clínica?
—Llegué el 16 de agosto de 2017, un mes después de la inauguración. Almudena Chávez fue la primera directora de la clínica y la persona que puso esto en marcha. Yo entonces era directora de la Unidad de Estancia Diurna San Lucas, especializada en la atención de personas con discapacidad y trastorno de conducta.

—¿Fue muy duro el cambio?
—Reconozco que al principio fue un estrés total. Llevaba muchos años trabajando en San Lucas y la gestión era diferente. Aquí hay el doble de personal. Pero yo me lo tomo todo con filosofía. El doctor Carlos Álvarez ha sido de gran ayuda. Prácticamente me cogió de la mano y me fue dando pautas. Se metía conmigo en el despacho o me decía, ‘ven, vamos a dar una vuelta, tienes que conocer todas las instalaciones del centro y cada servicio. Tienes que controlarlo todo, cada rincón de la clínica’. Otra gran ayuda ha sido Maribel Álvarez, nos complementamos muy bien. Ambos me han enseñado mucho.

—¿Y usted, qué cree que ha aportado a la clínica?
—Positivismo, ese es mi punto fuerte. En los momentos más difíciles, cuando se han producido situaciones complicadas o el doctor Carlos Álvarez estaba preocupado por los datos de la clínica, creo que le echaba muchas ganas, aportaba energía al grupo y ganas de tirar con el proyecto hacia delante.

—¿Qué es lo que más le gusta de su trabajo?
—Las personas, los compañeros. Con muchos ya había trabajado pero otros han sido un gran descubrimiento. Nada sería lo mismo sin los profesionales que están detrás, desde el personal sanitario hasta el de mantenimiento, limpieza o cocina.

Escuela SAMU

Lecciones a 12º bajo cero

Como cada invierno, el Máster de Atención Prehospitalaria, Catástrofe y Acción Humanitaria de SAMU y la Universidad de Sevilla ha celebrado su tradicional acampada de supervivencia y rescate en alta montaña en Sierra Nevada (Granada). En esta edición han participado 36 personas, entre instructores y alumnos del máster de enfermería y del curso de Técnico en Emergencias Sanitarias de la Escuela SAMU.

El primer día viajó a Granada un primer grupo a modo de avanzadilla, que fue el encargado de desplegar el campamento y realiza el montaje del mismo. Este equipo estaba formado por once alumnos y cuatro instructores que habían formado parte del llamado Gabinete de Crisis, responsable de la organización de la acampada.

Una vez en el campamento todos los participantes, comenzaron las diferentes actividades. Así, durante tres días, los alumnos aprendieron a realizar rescates bajo unas condiciones climatológicas adversas, a andar por la nieve, a realizar autodetenciones con crampones y piolets, y rescates con camillas en alta montaña, además de subir al Veleta. La empresa Nevadensis fue la encargada de desarrollar los talleres programados.

“Los alumnos han regresado muy contentos de esta experiencia. Decían que habían conocido partes de ellos mismos que nunca habían desarrollado antes, ya que nos hizo muchísimo frío durante los tres días que estuvimos en Sierra Nevada. Por la noche alcanzamos temperaturas en torno a los doce grados bajo cero. Los alumnos descubrieron un espíritu de supervivencia que decían que nunca antes habían sido capaces de sacar”, explica Saray Toro, instructora enfermera de la Escuela SAMU.

Unas 15 personas subieron al Veleta, mientras que otro grupo se encargaba de recoger el campamento. “Subir es muy duro, sobre todo porque al andar la nieve te llega hasta la rodilla, además de la falta de oxígeno cuando llegas arriba. Es un esfuerzo más mental que físico. Durante la ascensión vas luchando contigo mismo y con el cansancio acumulado tras tres días de acampada. Tienes que echarle mucho coraje, pero más de cabeza, para conseguir subir”, continúa Saray Toro. “Y cuando llegas a la cima, todo ha merecido la pena. Las vistas son impresionantes. Se ve Jaén, Málaga, se ve todo. Es una gran experiencia”.

Todos los participantes, alumnos y profesores, duermen divididos en dos tiendas neumáticas hinchables grandes. A los alumnos se les recomienda que lleven sacos de dormir en el que la temperatura de confort esté entre los 5 y los 10 grados bajo cero, además de ropa de abrigo impermeable y que no resbale. “La ropa de nieve resbala, por eso se recomienda evitar este tipo de prendas, por si se produce una caída, que no se deslice por la nieve”, aclara la instructora.

Toro destaca la participación de los alumnos y cómo se involucraron. “Esto es muy importante en el desarrollo de una acampada de estas características. Si los alumnos no se involucran, la acampada no sale, ya que tiene mucho despliegue logístico. Es una actividad que se celebra a 400 kilómetros de nuestra escuela. Lo que llevemos es lo que tenemos”, comenta la enfermera, que reconoce que este tipo de actividad comienza a prepararse un mes antes de su celebración. “Los alumnos han participado muy bien y por eso ha salido todo perfecto”.