Virginia Blanco, jefa de cocina del servicio de catering de SAMU

Virginia Blanco, jefa del servicio de catering de SAMU: “Trabajamos con alimentos. No podemos fallar en nada”

Tras una vida entre fogones, Virginia Blanco (Burguillos, Sevilla, 1962) ha sido la elegida por SAMU para capitanear el nuevo servicio de Catering de la entidad, proyecto que asume con ilusión desde las cocinas de la Residencia San Sebastián, en Cantillana, donde trabaja desde hace 9 años.

—Empecemos por el principio. ¿Cuándo pisó por primera vez la cocina de la Residencia San Sebastián?
—Fue hace nueve años. Yo trabajaba en el Hotel Vértice, en Sevilla Este, siempre había trabajado en hoteles. Un amigo me llamó y me contó que la empresa de catering que por aquel entonces servía las comidas en esta residencia necesitaba una cocinera. Yo tenía un buen trabajo, un buen sueldo y estábamos en plena crisis económica. No me planteaba cambiar de trabajo, pero, aún así, llamé y me interesé por el puesto.

—¿Qué le llevó a cambiar entonces de trabajo?
—Fueron mis hijas las que me convencieron. El sueldo que me ofrecían era menor al que yo tenía pero estaba más cerca de mi casa, ganaba en calidad de vida. Ellas ya eran mayores y tenían sus trabajos, por lo que acepté. Creo que fue muy valiente por mi parte teniendo en cuenta la gran crisis económica que vivíamos entonces.

—¿Se ha arrepentido en algún momento de haber cambiado de empleo?
—He vivido muchos avatares. Los comienzos fueron muy difíciles. Mentiría si dijera que no, pero en el momento que yo me hice cargo de la cocina de la Residencia San Sebastián, contratada por SAMU, no por una empresa externa, todo cambió a mejor.

—SAMU ha puesto en marcha un servicio de catering y desde Cantillana se cocina ahora para cuatro centros, ¿cómo asume este nuevo proyecto?
—Estoy muy ilusionada y motivada. Éste era un proyecto que llevaban mucho tiempo dándole vueltas en SAMU y que en enero se puso por fin en marcha. Cuando María José Tinoco, directora del área de Discapacidad de SAMU, me llamó y me dijo: ‘Virginia, te necesitamos al 100%. Queremos tu comida para otros centros’, para mi fue una motivación muy grande. Reconozco que, después de tantos años, sentía que necesitaba crecer y que el trabajo que hacía hasta ahora, aunque me encantaba, me quedaba ya un poco pequeño. Necesitaba un proyecto como éste.

—¿A cuántos centros de SAMU ofrecéis servicio?
—A cuatro. Desde la cocina de la Residencia San Sebastián cocinamos para este centro, para la residencia Santa Ana, en Sevilla capital, y en dos centros de menores de la provincia de Córdoba, Lucena y Moriles. La idea es que el servicio vaya creciendo y que cada vez se sumen más centros de SAMU.

—¿Había trabajado antes en un catering?
—Nunca. Yo siempre había trabajado de cocinera en hoteles y cuando empecé en Cantillana, aunque trabajaba para un catering, yo cocinaba en la propia cocina de la residencia, no para fuera. He tenido que informarme y formarme mucho. Todo autodidacta. Tanto mi equipo como yo estamos realizando un esfuerzo muy grande. Cocinar para fuera requiere nuevos procedimientos, nuevas herramientas de trabajo, cumplir una línea de frío… y, sobre todo, mucha organización.

—¿Cuántos menús cocinan al día?
—Servimos comidas y cenas para 120 personas, la mayoría de ellas son de fuera de Cantillana. Hay que tener en cuenta que son perfiles diferentes y algunos residentes tienen patologías, por lo que cada día hacemos unas 12 variantes del menú, número que aumenta en ocasiones especiales, como el Ramadán. Solo para la Residencia Santa Ana hacemos 10 variantes, donde hay personas alérgicas, con insuficiencia renal, diabéticos. También hacemos menús bajos en grasas, hipocalóricos, para personas con colesterol…. A eso hay que sumar los desayunos y meriendas de los residentes de Cantillana, y si es el cumpleaños de alguien, ¿habrá que celebrarlo, no? Una locura.

—La mayoría de los jóvenes de los centros de menores son musulmanes y ahora celebran el Ramadán. ¿Realizan menús especiales para estos comensales?
—Nos adaptamos a su cultura en la medida de lo posible. Por ejemplo, sus menús no llevan cerdo ni ningún ingrediente derivado de vino, como por ejemplo el vinagre. Ahora para el Ramadán también he tenido que formarme e investigar mucho. He visto miles de vídeos en Youtube sobre platos típicos musulmanes.

—¿Qué menús cocinan para estos días de Ramadán?
—Ellos hacen tres comidas durante el Ramadán, y siempre cuando cae el sol: una cena, una postcena y un desayuno muy fuerte a las cinco de la mañana. Rompen el ayuno con una cena con dátiles o unos dulces típicos que les aportan mucha energía. Les preparamos una sopa muy densa llamada harira que lleva muchas proteínas con legumbres, verduras, ternera o pollo, apio, cúrcuma y muchas especias. Es una mezcla explosiva. Luego hacemos un plato principal que puede ser de albóndigas o alguna carne en salsa, excepto cerdo, claro. Y para las cinco de la mañana, les preparamos filetes empanados, hamburguesas de pollo, tortilla…

—Veo que no tienen tiempo para aburrirse.

—Esto es un no parar, pero sarna con gusto no pica. Yo estoy muy contenta con el resultado y aún tenemos que mejorar mucho. De la noche a la mañana tuvimos que cambiar toda nuestra rutina y formarnos en nuevos procedimientos. Tratamos con alimentos y todo se hace en cadena. No puede fallar nada porque no podemos permitirnos ningún riesgo de salubridad. En diez días no descansé para poder sacar el proyecto para adelante. Y también estoy muy orgullosa de mi equipo. Todos se subieron al tren sin protestar y a pesar de saber que esto iba a suponer mucho más trabajo.

—Ya han pasado cuatro meses desde que se inició el proyecto. ¿Ha bajado la presión?
—En absoluto. Es cierto que hemos pasado una etapa con mucha tensión. Tenía miedo a fallar, a no estar a la altura. Ahora el trabajo es el mismo pero hemos aprendido a organizarnos mejor. Reconozco que me he vuelto un poco estúpida. Antes, todo el mundo de la residencia entraba en la cocina y me contaba sus cosas. Yo parecía la psicóloga del centro. Yo quiero mucho a mis niños, los adoro, tanto a los residentes como a los trabajadores. Pero ahora no tengo tiempo ni para hablar. Mi cocina está cerrada a todo aquel que no trabaje en ella (se ríe). Con el tiempo, cuando ves que el trabajo sale adelante y te felicitan de otros centros te sientes orgullosa del trabajo bien hecho, y eso te da fuerzas para seguir.

—¿La idea es que el servicio siga creciendo?
—El objetivo es ir sumando cada vez más centros, sí, pero para eso se necesitan cambios, como una cocina más grande y mejores y nuevas herramientas de trabajo.

—Ha comentado anteriormente que, además de los menús diarios, también celebran los cumpleaños en la Residencia San Sebastián.
—Hombre, pues claro. Aquí nadie se queda sin su fiesta y su tarta de cumpleaños. Y en Navidad, los que se quedan, tienen su menú especial. A los residentes los quiero a rabiar. Somos una familia.