Ruth Cabeza Universidad de Sevilla

«Cuando pedí ayuda, sólo SAMU dio un paso al frente»

Ruth Cabeza Ruiz (Sevilla, 1977), profesora del departamento de Motricidad Humana y Rendimiento Deportivo de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Sevilla, ha desarrollado junto a SAMU dos proyectos de investigación en los que profundiza en la condición física de las personas con discapacidad intelectual.

—¿Cómo surge su colaboración con SAMU?
—El primer proyecto de investigación surgió a raíz de un congreso sobre discapacidad intelectual que se celebró en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Sevilla en 2015. Yo presenté una ponencia sobre investigación y actividades físicas adaptadas a personas con discapacidad intelectual. Aproveché mi intervención para pedir colaboración y Carlos González de Escalada, director general de SAMU, que también participaba en el congreso, fue el único que dio un paso al frente.

—¿En qué consistió este primer proyecto de investigación?
—Era un proyecto discreto, económicamente hablando, pero fue un primer paso muy importante. Consistió en valorar la condición física de personas adultas con discapacidad intelectual. No su rendimiento deportivo, sino su estado de salud física. Evaluamos a más de 150 personas de Sevilla.

—¿Cómo se llevó a cabo?
—Aprovechamos el programa de deporte inclusivo de SAMU Cuatro Estaciones para incluir una batería de test de valoración de la condición física como una estación deportiva más. En esta actividad participaron numerosas asociaciones de personas con discapacidad intelectual.

—¿Cuáles fueron las conclusiones?
—Las principales conclusiones fueron más o menos las que nos esperábamos. Las personas con discapacidad intelectual tienen peor condición física que las personas sin discapacidad. Incluso los más jóvenes, entre 20 y 30 años, tenían un estado de forma física similar al de una persona de 60 ó 70 años sin discapacidad. Se trata de una población que, a nivel físico, está muy envejecida, lo que conlleva una serie de enfermedades.

—¿Cuál era vuestro objetivo principal?
—Queríamos hacer ver a las entidades la gravedad de la situación de las personas con discapacidad en relación a su estado de forma y las consecuencias patológicas vinculadas con el sedentarismo.

—¿Cómo surge la segunda investigación?
—Durante las valoraciones del primer proyecto nos dimos cuenta de que la herramienta que estábamos utilizando no era la apropiada, ya que eran pruebas testadas para personas sin discapacidad. Nos dimos cuenta de que los resultados estaban sesgados, dadas las características específicas de las personas con discapacidad. El segundo proyecto consistió en diseñar una herramienta que fuera fiable y viable para las personas con discapacidad. Tras un estudio bibliográfico y un análisis de todos los test validados que pudimos encontrar, realizamos en un año más de 500 evaluaciones para valorar la viabilidad y efectividad de las diferentes pruebas en personas con discapacidad intelectual. El resultado fue la Batería SAMU Dis-Fit, compuesta por ocho ejercicios.

—¿Por qué las personas con discapacidad intelectual tienen peor condición física?
—En mi opinión, la menor condición física no es consecuencia de la discapacidad, en la mayoría de los casos, sino del sedentarismo. ¿Por qué? Hay muchos motivos. Estas personas dependen de que otra persona tome decisiones por ellas. Hay falta de autodeterminación en el colectivo. A esto se suma el hecho de que los padres o tutores prioricen otras actividades o terapias antes que la educación física, la falta de referentes y la escasa oferta de programas deportivos adecuados a las características del colectivo. En el caso de las mujeres, la situación es aún peor.

—¿Cuál es su siguiente paso?
—Queremos que esto no sólo se quede en el ámbito científico, sino que llegue a las asociaciones, a los padres, monitores y gestores de los centros, y a todas las personas que trabajan con este colectivo directamente. Darle visibilidad a nuestro trabajo. Queremos que todo el mundo conozca la Batería SAMU Dis-Fit, que la apliquen en los diferentes centros y que, si pueden, nos envíen los datos para seguir profundizando en nuestra investigación.

—¿Tiene en mente un tercer proyecto?
—Sí, pero requiere de muchos recursos y diferentes fuentes de financiación. Algunos estudios neurocientíficos han demostrado que la actividad física también mejora el estado de forma del cerebro, y, por tanto, la capacidad cognitiva. Retrasa la degeneración celular de las neuronas de personas con Alzheimer y demencia en sus primeras fases. Si estas personas hacen ejercicio físico, los síntomas aparecen más tarde y con menos virulencia, y mejoran, en algunos casos, algunas estructuras cerebrales relacionadas con la memoria o la atención. En este sentido, yo me pregunto: ¿Podemos, con el ejercicio físico, hacer que este colectivo tenga mayor capacidad de aprendizaje?

—¿Cree que esto es posible?
—A raíz del segundo proyecto, le pedimos a las asociaciones que nos mandaran los coeficientes intelectuales de las personas que participaron en el estudio, y comparamos estos datos con su rendimiento en las pruebas. Lo que hemos empezado a ver es bastante interesante. De momento, no podemos decir que esto es causa-efecto, pero sí parece que hay una relación estrecha entre la fuerza y el coeficiente intelectual. La pregunta es: ¿puede el acondicionamiento físico mejorar la capacidad de aprendizaje? En esas estamos, pero necesitamos financiación.