Mamadou Malado Barry en su puesto de trabajo de Decathlon

Un empleo en el que se respira deporte

Mamadou Malado Barry no deja indiferente a nadie. Un joven decido, con un proyecto migratorio claro y definido: dedicarse al fútbol de manera profesional. Mamadou no concibe su vida lejos del deporte. Conjugar su sueño con el objetivo de un Programa de Alta Intensidad (PAI), conseguir las condiciones óptimas para la emancipación, ha sido su principal reto.

Mamadou nació en Guinea Conakry hace 19 años, en el seno de una familia humilde, en la que la principal fuente de ingreso era la tienda de alimentación regentada por su madre. Creció rodeado de improvisados campos de fútbol donde la portería se marcaba con dos grandes piedras. A los seis años, descubrió su pasión por el fútbol. Solo jugaba al fútbol por diversión, pero eso pronto cambiaría, cuando descubrió que quería dedicarse al fútbol de manera profesional.

Cuando Mamadou planteó esta afición en casa, fue rechazada tajantemente por su madre. Pues doña Mariama Dioulde Diallo, como él la llama, no podía permitirle esa distracción. Lo importante era seguir acudiendo al colegio. Además, es una afición que no está al alcance de cualquiera, como comenta Mamadou: “Ser jugador de fútbol en Guinea está reservado a la gente influyente y con recursos económicos”.

Desde una edad muy temprana, Mamadou ha tenido que encontrar alternativas para compaginar sus obligaciones con la práctica de fútbol. Para acudir a los entrenamientos se inventaba visitas a casa de un amigo que, además, le dejaba asearse para la vuelta a casa tras un partido. Consiguió mantenerlo en secreto hasta que un entrenador le reforzó su valía como jugador profesional y le prestó el apoyo necesario para la equipación y los gastos de movilidad. Siendo adolescente, consiguió hacerse un hueco en el equipo Arsenales FC de Guinea. Comenzaron sus viajes dentro del país con el equipo, participando en partidos amistosos, pero pronto se dio cuenta de que no podía permitirse una academia ni disponía de los contactos necesario para convertirse en jugador profesional. Es ahí cuando, con 15 años, tomó la decisión de migrar, en busca de un sueño.

Mariama comprendió en este momento que su hijo estaba dispuesto a perseguir un sueño y que esta vez lo iba a hacer muy lejos de ella. La relación con su madre es especial. La frase “A mi madre” está grabada en sus camisetas de competición.

Mamadou ha requerido de un trabajo de orientación intenso para alcanzar el ajuste a la realidad de un joven que no dispone de referentes familiares ni red de apoyo social en España, más allá del prestado por el PAI. Ha tenido que realizar un trabajo personal en el que ha sabido conjugar sus aspiraciones en el terreno deportivo, con las condiciones necesarias para la transición a la vida adulta. Como joven procedente del sistema de protección de menores, Mamadou tenía por delante un doble objetivo: completar la formación académica reglada y la formación para el empleo.

El punto de desencuentro siempre ha sido la compatibilidad de estas obligaciones con los horarios de entrenamiento y de competiciones.

Su itinerario de inserción laboral ha estado marcado por altibajos. Si bien, es cierto que se ha mostrado participativo, asumiendo el protagonismo en su proyecto de emancipación. Ha sido difícil, en ocasiones, la toma de decisiones conjuntas. Tras comenzar con las intervenciones de inserción laboral, Mamadou se mostraba reticente, rechazando itinerarios de inserción que no le permitían tener tiempo para sus entrenamientos y los correspondientes partidos. Su pasión por el deporte le ha llevado a anteponer el fútbol a proyectos laborales para los que estaba sobrecualificado y aceptaba trabajos menos cualificados pero que sí eran compatibles con sus entrenamientos.

El equipo del PAI de Motril siempre ha sido consciente del gran potencial de Mamadou. Es un joven risueño, con un gran repertorio de habilidades sociales y de competencias para el trabajo en equipo, muy educado y extrovertido. Como buen deportista, destacaba en aquellas competencias en las se requería un trabajo en equipo. La madurez adquirida en su proceso de autonomía le ha permitido tomar decisiones que han repercutido positivamente en su trayectoria y en la estabilidad emocional alcanzada en el momento. Solo faltaba el pequeño empujón que a todos nos hace falta para salir a volar, arriesgarnos y ganar.

El punto de inflexión de la trayectoria de Mamadou ha sido la primera toma de contacto con la empresa Decathlon. En julio, el joven y su orientadora se embarcaron en la aventura de conjugar la pasión por el fútbol y el futuro laboral. Para el desarrollo emocional de nuestro joven, era necesario sentirse comprendido, estar rodeado de personas que entendieran que su felicidad iba de la mano de la práctica del deporte. Y es en este momento donde Mamadou descubre Decathlon más allá de la tienda preferida para su equipamiento.

Tras un proceso de selección en el que el joven destacó sobremanera y tras varios días de incertidumbre, sonó el teléfono. Era el responsable de la tienda Decathlon Motril. Mamadou cogió el teléfono, se hizo un silencio y, de repente, colgó. “Me han llamado, me han elegido”, se escuchaba mientras el joven corría por el pasillo del centro.

Mamadou es inmensamente feliz desde que le dieron esta noticia. Ha conseguido un puesto de trabajo, y lo ha hecho en una empresa que cree en los sueños de los deportistas, que cree en el sueño de Mamadou como jugador de fútbol del equipo de Motril Tercera División, y lo apoyan. Con Decathlon descubrimos que los sueños se cumplen.

Por Siham Khalifa El Abdi.

Orientadora del Programa de Alta Intensidad (PAI) de Motril, cofinanciado por el Fondo Social Europeo