Begoña Gómez Guerra. Educadora del piso tutelado El Alfar (Gijón, Asturias)

Begoña Gómez, educadora de El Alfar: «Toda persona tiene derecho a vivir de forma autónoma»

Begoña Gómez Guerra es diplomada en Magisterio por la Universidad de Oviedo, en la especialidad de Educación Especial. Desde 2002 trabaja como educadora en la vivienda tutelada para personas con discapacidad El Alfar que Fundación SAMU gestiona en Gijón (Asturias).

 

—Sin entrar en tipologías médicas, ¿qué tipo de grados existen dentro de la discapacidad intelectual?
—Hay muchos tipos y causas diferentes de discapacidad intelectual. Además, cada una de ellas se manifiesta de una forma diferente en cada persona. Así, por ejemplo, unas se originan antes del nacimiento, otras durante el parto y otras a causa de una enfermedad grave en la infancia. Las limitaciones pueden afectar al funcionamiento intelectual y a las habilidades adaptativas con el medio. Tienen que ver con las capacidades, conductas y destrezas necesarias para poder manejarse en los diferentes contextos en los que participan. Estas habilidades adaptativas se agrupan en comunicación, autocuidado, habilidades sociales, vida en el hogar, uso de la comunidad, autorregulación, salud y seguridad, académicas, funcionales, ocio y tiempo libre, formativo-laborales. La discapacidad intelectual implica una serie de limitaciones para funcionar con independencia en la vida diaria. Estas dificultades hacen que a estas personas les cueste más y necesiten más tiempo para aprender, comprender, resolver problemas y relacionarse. Si les damos los apoyos adecuados, todos pueden progresar en su autonomía.

—¿Cuál es objetivo principal que se persigue desde el recurso El Alfar?
—Esta alojamiento tutelado es su hogar, su casa. Desde El Alfar se atiende a la diversidad. Existen variedad de tipologías de discapacidad que se dan de forma simultánea en algunos de nuestros chicos: motrices, orgánicas, sensoriales (auditivas/visuales), psíquicas, salud mental, comportamentales. En el Alfar ofrecemos un servicio de atención y apoyo integral. Se prestan los apoyos y la supervisión necesaria en función de las necesidades individuales. Potenciamos sus capacidades con actividades y llevamos a cabo dinámicas que fomentan aprendizajes significativos. Toda persona tiene derecho a independizarse y poder vivir de forma autónoma. El objetivo del alojamiento es favorecer en cada usuario una vida lo más independiente posible respetando sus ritmos, gustos, intereses y necesidades.

—Si jurídicamente, las personas que viven en El Alfar son consideradas personas no dependientes, ¿por qué necesitan vivir en un recurso de estas características?
—Pueden no ser dependientes jurídicamente, pero sí necesitan cierto nivel de apoyo y supervisión.

— ¿Cuál es el perfil de las personas que pueden acceder al recurso de El Alfar?
—Damos atención integral a 10 residentes varones, mayores de edad, con discapacidad psíquica moderada o ligera y con problemas añadidos de salud mental. Según la Ley de Dependencia 39/2006, seis de ellos están valorados con el Grado I (moderada). Y otros dos están valorados como no dependientes. El recurso está ubicado en Gijón. Consta de dos pisos con una capacidad de cinco plazas cada uno. Nuestros chicos requieren una serie de apoyos para alcanzar mayor independencia personal y ejercer plenamente sus derechos de ciudadanía. Todos poseen una autonomía suficiente para llevar a cabo de forma efectiva actividades básicas de la vida diaria, aunque, en ocasiones, pueden necesitar recordatorios puntuales para su ejecución. Desde el recurso se refuerzan y entrenan, además, actividades instrumentales y actividades avanzadas de la vida diaria relacionadas con la participación social, las habilidades sociales, el tiempo libre y las formativo-laborales.

—¿Cuánto tiempo llevan estas personas viviendo en El Alfar?
—El Alfar se abrió en 2001. Cada chico se ha ido incorporado en un momento determinado. Los más antiguos conviven en el recurso desde sus inicios.

—¿Cuáles son los planes de intervención y las herramientas que utilizan en El Alfar?
—A partir de un análisis inicial, se plantea un proyecto educativo individualizado. Se valoran las necesidades personales, se formulan objetivos, se seleccionan contenidos y actividades, materiales, metodologías y evaluación. Promovemos en todo momento la autogestión a través de la práctica de actividades cotidianas dentro y fuera del alojamiento. El aprendizaje ha de ser, en todo momento, integral y significativo para el usuario. Se participa en todos los aspectos de su vida. Se realizan los acompañamientos y se facilitan apoyos en el proceso de socialización para ayudarles en su acceso a la inclusión en la comunidad. Es muy importante trabajar con el entorno y los distintos contextos sociales en los que participan: formativo-laborales, centros de atención diurna, centros educativos, ocio y tiempo libre, comunidad y familia.

—¿Pueden estas personas acceder a un empleo?
—Tener ciertas limitaciones no significa carecer de habilidades necesarias para desempeñar determinados puestos de trabajo de forma eficaz. El acceso al empleo no resulta tarea fácil, y mucho menos para nuestros usuarios. Según la Ley, las personas con discapacidad tienen los mismos derechos que el resto de los ciudadanos y pueden acceder al mundo laboral mediante un empleo ordinario (obligación de reservar un 2% de los puestos de trabajo para personas con discapacidad en empresas de 50 ó más empleados). También existen alternativas laborales de empleo protegido y remunerado como son los centros ocupacionales y los centros especiales de empleo donde, al menos, un 70% de trabajadores tienen una discapacidad (psíquica, física y/o sensorial). Para trabajar en un centro especial de empleo deben de tener un grado igual o superior al 33 % de discapacidad.

—¿Cómo es la convivencia entre ellos en El Alfar? ¿Cómo se trabaja la resolución de conflictos?
—Los chicos llevan conviviendo muchos años. En ocasiones, se originan pequeños conflictos entre ellos producto de la propia convivencia, pero se solucionan a través del diálogo y la negociación. Se favorece un clima familiar y se establecen relaciones cercanas a partir del respeto y la afectividad. Se organizan rutinas y responsabilidades para el acondicionamiento y limpieza diaria del alojamiento. Y los fines de semana se realizan talleres de cocina para la preparación del menú de comida o cena.

—Hace un año, un usuario de El Alfar falleció como consecuencia del Covid-19. ¿Cómo afectó este hecho al resto de compañeros?
—Nuestros usuarios experimentan la pérdida de un familiar o amigo de igual forma que el resto de las personas. Cada uno es diferente, por lo que sus actitudes ante la muerte también lo son. Pueden manifestar aparente desinterés e indiferencia, estados de excitación, tristeza, angustia. Sienten el duelo, aunque no siempre tengan las herramientas para expresarlo.

—¿Y el confinamiento del año pasado y las medidas anticovid, cómo les ha afectado?
—La interrupción de las rutinas cotidianas y la imposibilidad de acudir con libertad a los lugares usualmente frecuentados han provocado un aumento del nerviosismo y niveles de ansiedad entre nuestros chicos; así como sentimientos de confusión, de soledad y frustración. El uso de la tecnología ha facilitado un contacto regular con familiares y amigos durante este periodo de separación mediante llamadas telefónicas o vídeollamadas. Desde el principio les hemos mantenido informados de la situación y de cada cambio. Se han utilizado expresiones claras, normas precisas y concretas, y toda esta información se han plasmado en carteles con un lenguaje sencillo y pictogramas. Durante el confinamiento, programamos talleres diarios de manualidades y cocina para mantener la ocupación, canalizar los estados de estrés, así como entretenimiento grupal. Poco a poco se fueron concienciando de que debían seguir las medidas higiénicas de prevención y control de la infección, respetando la distancia de seguridad necesaria y la obligatoriedad de llevar puesta la mascarilla. Debo destacar la buena disposición general que han desarrollado ante nuestras demandas. Han interiorizado la necesidad de seguir unas pautas de prevención, aseo, higiene y desinfección específicas, tanto dentro como fuera del recurso. Además del confinamiento decretado durante el estado de alarma, nuestros chicos han vivido dos periodos más de aislamiento preventivo por la aparición de algún síntoma compatible con el Covid-19 o el contacto con un positivo externo. En noviembre de 2020, los chicos siguieron a rajatabla las indicaciones dadas tras activarse el protocolo de actuación ante cuatro casos positivos en el alojamiento. Como consecuencia de este episodio, sufrieron la pérdida de su compañero Kike sin la oportunidad, tan siquiera, de acudir a su funeral.

—En otros recursos de SAMU como la Residencia San Sebastián, cuando el usuario cumple unos objetivos, se le da el alta y vuelven a convivir con sus familias o acuden a centros de días. Sin embargo, en El Alfar no, es un centro, digamos, de por vida. ¿Por qué?
—Vivir en un piso tutelado es una opción que la persona con discapacidad intelectual tiene para independizarse y vivir de la forma más autónoma posible, pero con el grado de apoyo, orientación y supervisión que cada uno necesita. En el hogar se facilita una vida ordenada con rutinas y responsabilidades diarias. Puede ser una alternativa permanente. Cada chico tiene circunstancias y particularidades con respecto al contexto familiar. En todos ellos la reintegración familiar es inviable, cada uno por su circunstancia. Siempre que es posible se fomentan y favorecen dichas relaciones. Todos mantienen comunicación periódica con su familia. Y, como adultos que son, si así lo deciden, comparten su tiempo libre o períodos vacacionales con sus familiares.