Visita de Violeta Assiego al ISL Polanco

Reprensentantes de la Junta de Andalucía y el Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030 visitan el centro ISL Polanco de SAMU

Los menores del recurso de Inserción Socio-Laboral (ISL) Polanco de SAMU, en Sevilla capital, recibieron el 14 de julio la visita de la directora general de Infancia y Adolescencia del Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030, Violeta Assiego. La abogada y activista de derechos humanos pudo conocer de primera mano la labor que Fundación SAMU realiza en la atención a menores extranjeros no acompañados a su cargo. La visita a Polanco formaba parte de un itinerario a través del cual Assiego pretendía conocer cómo funciona el Sistema de Protección de Menores en Andalucía, así como cuáles son los recursos disponibles en la comunidad autónoma ante una posible llegada masiva de inmigrantes de manera irregular.

Durante la visita, Violeta Assiego estuvo acompañada por Antonia Rubio González, directora general de Infancia, perteneciente a la Consejería de Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación de la Junta de Andalucía; y Alicia Núñez Castillo, jefa del Servicio de Centros de Protección de Menores de la Junta. Por otro lado, en representación de SAMU estaban Juan Manuel Aveledo, subdirector del área de Infancia y Familia; Alejandro Cala, director de la Zona Andalucía Centro; y José Manuel Román, director del ISL Polanco.

Assiego saludó a los menores del centro, conversó con ellos y se interesó por sus proyectos migratorios. “Se mostró bastante cercana y empática con los jóvenes”, reconoce el director del ISL Polanco, recurso que cuenta con 16 plazas para menores de 18 años, aunque actualmente sólo hay ocupadas 10, todas ellas por menores procedentes de los centros de SAMU de El Castillo de las Guardas y Alcalá de Guadaíra.

La prioridad del ISL Polanco, al igual que el resto de los centros de Inserción Socio-Laboral de SAMU, radica en la incorporación al mercado laboral de los menores a su cargo, fomentando su autonomía mediante procesos de formación y de acompañamiento personalizado y de estructuras adaptadas a sus necesidades individuales.

Polanco abrió sus puertas hace dos años. Tras un primer brote xenófobo de oposición a la apertura del centro, contrarrestado por una concentración solidaria de respaldo a los menas a la que acudieron unas 300 personas, la situación se ha normalizado por completo. Los jóvenes están perfectamente integrados en el barrio. No ha vuelto a haber protestas en contra. Los responsables del centro aseguran que no se ha registrado ninguna incidencia. Ninguna queja vecinal.

Los menores inmigrantes que viven en este centro del barrio sevillano de la Macarena, como en otros recursos, no están en situación irregular, puesto que el sistema de protección de menores de la Junta de Andalucía no discrimina entre personas españolas y extranjeras: todos ellos son menores. Estos jóvenes están bajo tutela y amparo del Gobierno andaluz hasta los 18 años, aunque su situación al cumplir esa edad se complica. Muchos de ellos aún no tienen documentación de sus países debido a que las dificultades burocráticas con los países de origen cada vez son mayores.

Ousmane Kaba

La odisea de Kaba, el hombre tranquilo de SAMU en Telde

Mi nombre es Ousmane Kaba, nací en Guinea Conakry. Cuando tenía 14 años me propuse salir de mi país para llegar al país de los blancos. Tuve que cruzar países de África. No puedes imaginar de lo que te hablo: tuve que cruzar el desierto de Mali a Argelia. Éramos 36 personas. Caminamos 25 días. Cuando llegamos al borde del mar éramos 18. Me pregunto dónde están los demás. Solo Dios lo sabe”.

Ousmane Kaba habla desde Canarias. Después de cruzar el desierto en camión y el mar en patera, el primer avión que tomó en su vida, hace solo unos meses, no le impresionó demasiado. Le devolvió al sur, a la isla de Gran Canaria, donde desde primeros de enero trabaja como educador en el Centro de Acogida de Emergencia que SAMU gestiona en Telde. Su papel es aconsejar a niños que fueron lo que él fue: recién llegados después de un viaje en el que la muerte acecha de forma constante, agazapada, tras la arena del desierto o las olas del mar.

2.500 euros por cruzar el mar

En castellano lento y seguro, templando cada palabra con el valor que tiene, Kaba cuenta una historia terrible. Empieza en su país, Guinea Conakry, donde dejó a su madre y tres hermanos, y termina en un rescate en alta mar. Entre medias, hay un viaje por el desierto y un contacto forzoso con la mafia: pagó 2.500 euros por cruzar el Mediterráneo. “Nos llevaron a una casa sin luz, sin nada. Tres días encerrados. Luego nos llevaron al bosque. Una semana allí, sentados esperando para poder cruzar. No podíamos ni bajar a por comida”.

Aquellos días interminables marcaron a Kaba: “Se viola o se mata a la gente por culpa del dinero. Las mafias tienen una cárcel. Te dicen que llames a tu familia si no tienes dinero. Cogen una madera para golpearte y que tu familia sepa que lo estás pasando muy mal. Han matado a personas. Es una locura”.

En los bosques y montes entre Nador y Melilla hay cientos de hombres y mujeres esperando su oportunidad para arriesgar su vida por llegar a Europa. Kaba lo intentó dos veces. La primera vez la patera se rompió y fueron rescatados por la Marina marroquí. La policía los devolvió al desierto. También a la segunda falló la embarcación, pero un buque los divisó y dio aviso a Salvamento Marítimo, que rescató a todos los pasajeros. Kaba y otras 57 personas salvaron la vida.

“La patera es cuestión de suerte”, dice.

Campeón de rugby en Sevilla

Kaba puso pie en Málaga el 21 de septiembre de 2018. De allí fue trasladado a La Línea, y después a Bornos. Cinco días después de llegar, el centro ardió y a él lo llevaron a Guillena. Desde entonces, su camino no se ha separado de SAMU. A los tres meses llegó al centro de Fuentequintillo, donde se hizo mayor: cumplió 18, aprendió el idioma y varios oficios. “SAMU me llevó al instituto. Me ha buscado formación, me ha dado papeles, me ha enseñado jardinería y fontanería”, dice.

Además, aprendió a jugar al rugby. Miguel Ángel Ruiz, entrenador del Club de Rugby San Jerónimo, buscaba jugadores para el equipo sub 18, y a Enrique Yrazusta, abogado de SAMU, se le ocurrió que podía encontrarlos en el centro de Fuentequintillo.

“Kaba es un chaval muy humilde. Desde primera hora se volcó. Lo tenía entre ceja y ceja y se convirtió en líder del equipo”, cuenta Ruiz. “Es un portento físico. Podría dedicarse al deporte que quiera. Pero también están las ganas: no faltaba a ningún entrenamiento, y siempre tenía ganas de aprender”.

Aquel grupo de chavales inexpertos incomunicados entre sí, que necesitaba un traductor para entrenar, acabó siendo una piña de marroquíes y guineanos y ganando el campeonato. “Sólo teníamos dos jugadores con experiencia. Que 25 chavales que no sabían ni lo que era el rugby queden campeones es un mérito increíble”.

“La pelea no me da nada”

En Sevilla, Kaba también destacó por su capacidad para solucionar los conflictos. Le ayudó su dominio del francés, su rápido aprendizaje del castellano y hablar bambara, un idioma utilizado en Mali, Guinea, Burkina Faso y Senegal. Pero sobre todo le ayudó su templanza y una vocación de superar los problemas con el diálogo. “Yo estoy aquí porque en mi país no hay un futuro. Estoy aquí para buscar mi vida y un futuro mejor. No voy a ponerme a pelear con nadie, porque la pelea no me da nada”.

“Es super noble, muy respetuoso y educado. Es muy bondadoso, siempre intentando ayudar a los demás”, cuenta de él Nuria Ruiz, responsable por entonces del centro de Fuentequintillo. Para él, la clave está en la educación: “Doy gracias a mi madre porque me ha educado muy bien. Lo que digo a todo el que llega a Europa a buscarse la vida es que lo que no haces en tu país no lo puedes hacer en otro”.
Tan solo echa de menos a su madre y a su hermano. Los quiere con él, pero no pagando el precio que él pagó. “Solo cuando lo pasas conoces la realidad. Yo no quiero que mis hermanos recorran el mismo camino”.

Kaba ayuda ahora a quienes están como él estuvo. Dicen que es tímido, que le cuesta salir a bailar, pero se ha convertido en un referente. “Yo les cuento a los chicos mi vida, lo que he pasado, para que entiendan que no es fácil y que la vida es paciencia. Ahora me llaman los padres, me preguntan y me dicen: ‘Cuida a mi hijo, que no se vaya a Francia’”.

Un día Ousmane Kaba fue a la playa con Pilar Velasco, la directora del centro de Telde, y otros trabajadores y compañeros de SAMU. Delante del mar les contó: “No sé nadar”. “¿Cómo viniste en patera sin saber nadar?”, le preguntaron. Kaba se encogió de hombros: “Me arriesgué”. Lo puso todo en juego, y tiene claro que ha llegado para quedarse.

Valme López Romero

Valme López, directora de Servicios Corporativos de SAMU: “En SAMU he aprendido a tener la piel más dura”

Valme López (Sevilla, 1987) puede presumir de ser una de las pocas personas que, con su trabajo y dedicación, ha ido desde la base subiendo peldaños uno a uno dentro de la estructura de SAMU. Entró como becaria en 2010 y acaba de ser nombrada directora de Servicios Corporativos.

—En primer lugar, felicidades por este nuevo nombramiento. Se trata de un puesto de nueva creación. ¿Cuál es su función ahora exactamente?
—Sigo trabajando dentro de la Dirección General, pero no como adjunta a la Dirección, he dado un paso más. Este nuevo cargo aglutina todas esas actividades que yo ya hacía desde hace algún tiempo pero que no estaban totalmente definidas. Digamos que ahora soy directora de todas aquellas áreas y actividades relacionadas con los servicios corporativos de la organización, como por ejemplo marketing, comunicación, prensa, identidad corporativa, innovación, sostenibilidad, relaciones institucionales… Sigo dentro de la oficina de Dirección General, pero con mi propia dirección.

—¿Cuáles son ahora sus objetivos?
—Pensar a lo grande, más aún. Tengo que aprender a delegar para poder seguir creciendo, es algo que me cuesta mucho. Tengo que desarrollar el pensamiento estratégico para hacer que SAMU facture 100 millones de euros. Ese es mi objetivo, bastante ambicioso, sí, pero hay que pensar así, a lo grande, para poder seguir creciendo.

—¿Recuerda su primer día en SAMU?
—Tenía 22 años cuando entré a trabajar en SAMU. Era una niña. Entré como becaria en prácticas a través de la Universidad de Sevilla. Carlos González de Escalada, hoy director general, me entrevistó. Me acuerdo de que me preguntó: “¿Eres proactiva?”. Y él mismo me dijo: “Vaya pregunta la mía, me vas a decir que sí, claro”. Y yo, “sí sí, claro”. Me pidió que le mandara en un email lo que yo podía aportar a la empresa y cuáles eran mis objetivos. Éramos cuatro candidatos para un mismo puesto. Al cabo de diez días, Carlos me llamó y me dijo literalmente: “Si sigues interesada, en este puesto es tuyo”. Era un puesto de gestora administrativa. Hice mil bases de datos y mailings ocupando aquella responsabilidad, además de llevar la gestión de la lavandería y de apoyar a Carlos González de Escalada en las labores de dirección de Desarrollo de SAMU. Estuve seis meses de becaria.

—¿Cómo fue el paso de becaria a personal contratado?
—Yo terminaba mis prácticas el 21 de septiembre y, hasta el último día en el último momento, Carlos González de Escalada no se sentó conmigo y me dijo: “Valme, no sé si te dará tiempo de hacer la gestión en la Universidad, pero vete que mañana empiezas a trabajar aquí”. Me tuvo en vilo hasta el último minuto.

—¿Se imaginaba entonces que iba a tener una trayectoria profesional de once años en SAMU?
—No me lo imaginaba, pero sí lo quería. Aquí estaba a gusto, me sentía en familia, apoyada.

—¿Por qué lo quería?
—Por la profesionalidad que había y por todas las posibilidades y el trabajo que había por hacer. Había muchas cosas que desarrollar, muchos frentes abiertos.

—¿Cómo ha evolucionado SAMU en estos once años?
—El cambio ha sido radical. Yo siempre digo que el crecimiento de SAMU en los últimos años ha sido explosivo, no exponencial. Cuando yo llegué solo había cinco o seis recursos abiertos y unos 150 trabajadores. Hoy hay más de 70 recursos y una plantilla de 2.000 trabajadores. De SAMU, admiro su valentía. No se para por nada. A SAMU no le arruga nada. Aquí se ama el trabajo.

—¿Ha habido algún proyecto que usted pensara que no saldría adelante?
—En 2018 vivimos un momento muy crítico a raíz de la crisis migratoria y la gran cantidad de menores no acompañados que llegaron a las costas andaluzas. En aquella época se produjo una explosión de centros de menores en SAMU. Nos llamaban de la Junta de Andalucía un día sí y otro también comunicándonos la llegada de nuevos menores y la necesidad de movilizar recursos para poder atenderlos. Abríamos recursos dirigidos a menas [menores extranjeros no acompañados] a un ritmo frenético. Esto ha sido lo más meritorio y lo más fascinante que he vivido yo en SAMU. Fue increíble.

—¿Cuál ha sido el momento más difícil que ha vivido en SAMU?
—En 2012 hubo una crisis de liquidez importante. Estábamos en plena crisis económica y hubo despidos. Fue una situación muy desagradable. Yo era una joven de 24 años y tuve que comunicarle el despido a hombres con el doble de edad que yo y a compañeros a los que apreciaba mucho. Algunos no se tomaron bien que fuera yo la que les anunciara el despido y me lo hicieron saber con comentarios y actitudes fuera de lugar. Personalmente, fue un momento muy duro, quizás el más duro de mi carrera en SAMU. Muchos me seguían viendo como una niña. Lo pasé muy mal. Despedir a alguien siempre es muy difícil y siendo tan joven como lo era yo, más.
“Mejor pedir perdón que pedir permiso”

—¿Ha cambiado SAMU su personalidad?
—Sí, claramente. En SAMU he aprendido a tener la piel más dura y a resistir más. Aquí he crecido tanto personal como profesionalmente. Antes era de lágrima fácil y me agobiaba cuando tenía mucho trabajo. Recuerdo que, cuando estaba sola en Base 7, llamaba a Carlos González de Escalada, que estaba en la oficina de la Cartuja, y él no paraba de mandarme tareas y más tareas. Cuando le replicaba me decía: “¡No me contestes más!” y yo, “pero Carlos…”, y él insistía, “¡que no contestes!”. Para mí ahora eso es una anécdota divertida. Pero así también aprendí a resolver las cosas por mí misma. No me quedaba otra. Mejor pedir perdón que permiso.

—¿Qué le ha enseñado SAMU en todos estos años?
—En SAMU he aprendido todo lo que sé y lo que soy. Toda mi carrera profesional la he desarrollado aquí.

—¿Quiénes han sido sus principales apoyos?
—Carlos González de Escalada, sin duda. Todo lo que sé lo he aprendido de él. Su entereza, a sacar las castañas del fuego, a ser valiente y apostar. Él ha sido mi mentor. Y estoy muy agradecida del tiempo y el esfuerzo que me ha dedicado. Siempre pienso en lo afortunada que soy de tener su respaldo. Pero al mismo tiempo, en vez de relajarme, eso me impone más responsabilidad porque no puedo ni defraudarle ni fallarle.

—¿Hacia dónde va SAMU?
—SAMU quiere buscar y apostar por algunos proyectos privados, pero sin abandonar la estrategia seguida hasta ahora y fruto de la cual ha sido nuestro crecimiento. Vamos a continuar persiguiendo y mejorando los contratos con la Administración Pública como hasta ahora porque está más que demostrado que eso es lo que mejor sabemos hacer. Como decía hace un tiempo nuestro director general, SAMU es una entidad privada de servicio público.

—Antes ha mencionado lo que le ha enseñado y aportado SAMU, ¿y al revés, qué cree que le ha ofrecido usted a la organización?
—Lealtad y compromiso, sobre todo. También confianza y seguridad. Mi jefe y compañeros saben que a mí ‘no se me pasa nada’.

Madrid SAMU

Madrid, piedra angular de la expansión de SAMU

SAMU se expande por todos los territorios del país y quiere que Madrid sea piedra angular de este proceso. Por eso, la capital del Estado aloja ya una sede institucional de SAMU, inaugurada a finales de 2019. “La idea es tener un puesto de mando en Madrid para coordinarnos con las otras zonas”, explican desde SAMU. Alberto San Juan se encuentra actualmente al frente de la delegación SAMU Madrid, que engloba a toda la comunidad madrileña.

Los primeros recursos que SAMU puso en marcha en Madrid estaban dirigidos a menores extranjeros. Ahora SAMU gestiona tres viviendas compartidas en la Comunidad de Madrid donde viven menores extranjeros no acompañados (menas). Estas viviendas se encuentran en los municipios de Colmenar Viejo, Rivas y Madrid, y tienen capacidad para 40 chicos de entre 12 y 17 años.

Las tres fases en un piso de menores

Juan Carlos Rodríguez, director de este proyecto, explica que se trata de chicos que han seguido una ruta migratoria “compleja”. Chavales que llegan a la capital después de haber pasado por dificultades de adaptación en su primer destino en España. Después de pasar de uno a seis meses en un centro de primera acogida, la Comunidad de Madrid los deriva a SAMU, siempre teniendo en cuenta sus necesidades y el comportamiento que han mostrado en esas primeras semanas.

Para lograr su plena adaptación, en los pisos de SAMU trabajan en tres fases: la primera consiste en reforzar el idioma y las habilidades sociales y emocionales. “El idioma es un factor importante de exclusión social y de conflicto frente a sus iguales o al personal educativo. También es necesario para la adaptación a su entorno”, explica Rodríguez.

Mientras aprenden las nociones básicas, también es necesario trabajar estrategias de control emocional que minimicen los efectos de su entorno, que en muchas ocasiones puede inducirlos al consumo de sustancias estupefacientes o a la comisión de pequeños delitos. Es una fase que suele durar uno o dos meses, y que se supera una vez que los educadores constatan el cumplimiento de una serie de indicadores.

Llega entonces el momento de una segunda fase de “convivencia o intervención”, en la que se les busca un recurso formativo acorde a sus expectativas o capacidades. “Algunos se incorporan al instituto, pero la mayoría quieren preparación laboral, una formación profesional o talleres prelaborales”, explica Juan Carlos Rodríguez. Es una fase muy provechosa, en la que se adaptan a una vida similar a la de cualquier adolescente español: mañana o tarde para su formación, y el resto del día para el refuerzo escolar y lo que Rodríguez llama el “área comunitaria”: habilidades sociales y emocionales, responsabilidad comunitaria en el piso y deporte.

La tercera y última fase es la preparación de su salida. Al cumplir los 18 años, los chicos deberán abandonar los pisos. Habrán cumplido entonces su preparación y deben estar listos para una vida adulta plena. SAMU les da todas las herramientas para que lo consigan: “Se trabaja su preparación para una vida independiente: que el chico aprenda a gestionarse su vida, su formación, su ámbito laboral, su salud…”.
Lógicamente, este proceso genérico se adapta a una intervención individual liderada por el tutor de cada chico. Esto permite que desde la primera fase haya menores que avanzan más rápido en el desarrollo de su autonomía, porque dan muestras de madurez. Para individualizar cada intervención, el tutor se sienta una vez por semana con cada uno de los chicos y trabaja con ellos sus objetivos personales. Todo queda reflejado en una especie de cuaderno de bitácora que recoge la evolución personal, social y formativa de cada chico, y que será la base de su informe personal.

SAMU trabaja en este proyecto desde hace más de un año. Gracias al esfuerzo de educadores sociales, mediadores interculturales y auxiliares técnicos educativos, varios chicos disfrutan ya de una vida autónoma e independiente. Rodríguez no oculta que también ha habido casos en los que no han logrado revertir graves trastornos de conducta.

En la excepcional situación generada por la crisis sanitaria del coronavirus, dos chicos, Allae y Salah, han prorrogado su estancia en los pisos más allá de la mayoría de edad. Han ayudado a reforzar las labores de mediación con los otros chicos, función que fue especialmente importante durante el confinamiento obligatorio de la pasada primavera. Los dos han logrado una beca como mentores para apoyar al equipo educativo. “Cuando son modelos positivos se convierten en referentes muy fuertes y los chicos les hacen bastante caso, a veces más que al educador”, admite Rodríguez.

Nuevos recursos en 2021

SAMU-Centro ha puesto en marcha este año dos nuevos recursos de menores. Se trata de un servicio de acogida residencial de chicas menores de edad y otro servicio de acogida residencial de menas con dificultades de adaptación sociocultural, que se llama El Pinar y cuenta con 26 plazas para chicos y chicas de 12 a 17 años.

El Pinar está dirigido a menas con necesidades de atención especializada, como consecuencia de sus dificultades de adaptación a contextos sociales normalizados, así como con problemas de conducta y/o relacionados con el consumo de tóxicos”, explican desde SAMU. “Estos menores, dada su trayectoria vital, pueden presentar impulsividad, dificultades de autocontrol, escasa tolerancia a la frustración, endurecimiento emocional, ausencia de figuras adultas de referencia en nuestro país, consumos de sustancias tóxicas, escolaridad insuficiente en su país de origen y escaso o nulo conocimiento del castellano, entre otras cosas”.

Por otro lado, el centro Ramón y Cajal, cuenta con doce plazas concertadas por la Administración de Melilla. Este Acogimiento Residencial Básico atiende a menores de género femenino en exclusiva y procedentes del sistema de protección de Melilla.

“A estas chicas se les proporciona recursos formativos, prelaborales y un itinerario de inserción social y laboral para que su integración en la sociedad sea de manera normalizada y les proporcione a futuro una transición a la vida adulta alejada de adversidades. Asimismo, se les ofrecerá talleres de habilidades sociales y afectivo-sexual, de tal manera que adquieran habilidades, herramientas y estrategias para afrontar las diferentes situaciones de la vida cotidiana”, detallan desde SAMU.

Apoyo a personas con discapacidad auditiva

De forma paralela, el área de Servicios Educativos de SAMU está en pleno proceso de expansión en la Comunidad de Madrid. Desde el 13 de julio, SAMU ayuda a las personas sordas y con discapacidad auditiva de la Comunidad de Madrid a relacionarse con la administración. Ofrece a todas estas personas, gratuitamente, un servicio de acompañamiento para hacer cualquier gestión: desde una cita médica a una cita con el SEPE, pasando por las tutorías escolares de los hijos.

Además, SAMU trabaja con el Ayuntamiento de Móstoles para ofrecer el servicio de interpretación de lengua de signos, y cuenta con un servicio a la comunidad educativa de la Comunidad. Se trata de un proyecto con “asesores sordos”, que trabajan con niños de Infantil y Primaria integrados en aulas ordinarias para que aprendan la lengua de signos desde etapas tempranas.

JEM Polanco: El sueño cumplido de Abdollah

JEM Polanco: El sueño cumplido de Abdollah

Cuando Abdollah llegó al antiguo ISL Polanco, en el centro de Sevilla (hoy JEM Polanco), venía cargado de timidez e inseguridad. Eso hacía que su relación con el equipo no fuera de confianza y cercanía. Su actitud, quizás, había sido construida como protección personal ante las situaciones vividas. Sin embargo, sus compañeros, sus iguales, siempre hablaron maravillas de él: le retrataban como un chico leal, en quien se podía confiar y con un gran corazón.

Poco a poco, con el paso de los meses, esa barrera se fue desmontando gracias al buen trabajo del equipo educativo, y Abdollah se empezó a mostrar tal y como sus compañeros le describían. Teníamos ante nosotros a un chico con ganas de aprender español, pleno de motivación por integrarse y siempre dispuesto a realizar tareas, sobre todo las relacionadas con la cocina.

Fue a partir de ahí cuando vimos que orientar su recorrido laboral hacia la hostelería sería lo más beneficioso para él. Le buscamos una formación adecuada y respaldada por unas prácticas formativas. Por desgracia, este itinerario se vio interrumpido por la pandemia del Covid-19.

Cuando las medidas restrictivas amainaron, conseguimos retomar el programa de prácticas. Abdollah ya formaba parte del JEM Polanco y estaba señalado para ser uno de los chicos que abriera senda en este proyecto por su adaptación a la sociedad, por su compromiso y por su alta motivación por lograr los objetivos. Tuvimos la suerte de encontrar unas prácticas formativas en un establecimiento cercano. Desde los primeros días su tutor y sus compañeros destacaron el buen hacer del joven entre fogones. De esto podemos dar fe desde el actual equipo de JEM Polanco, pues somos clientes habituales de este restaurante.

La historia de Abdollah ha concluido como todos deseábamos: con la firma de un contrato laboral, cumpliendo así los objetivos marcados por él y por el equipo educativo. Se ha convertido oficialmente en el primer chico de JEM Polanco en conseguir empleo, y, dentro de pocas semanas, podrá emanciparse concluyendo así con su proyecto migratorio en SAMU. Gracias a Abdollah hemos abierto camino para otros muchos chicos que seguro vendrán. Nos sentimos muy orgullosos de él. Suerte amigo.

Carla Vanesa González, médico de SAMU Wellness

Carla V. González, médico de SAMU Wellness: «Es muy difícil enfrentarte a la muerte y no poder hacer nada»

Carla V. González (1992, Caracas, Venezuela) trabaja desde 2019 como médico general en la clínica de salud mental SAMU Wellness, labor que compagina con el traslado de pacientes críticos en Málaga. A raíz de la pandemia del Covid-19, ha participado en diferentes dispositivos de SAMU, el último en el Campo de Gibraltar.

—¿Cómo acaba una médico venezolana como usted en Sevilla?
—Me formé como médico cirujano en la Universidad Central de Venezuela en Caracas, graduándome en 2016. Luego, trabajé durante un año como médico rural en las comunidades más desfavorecidas y con menos acceso a la asistencia sanitaria de Caracas. La difícil situación y las malas condiciones en las que se vive en mi país me hicieron emigrar. Elegí España por el idioma y la formación que aquí podía tener, principalmente.

—¿Cómo empezó a trabajar en SAMU?
—En febrero de 2019, buscando trabajo, fui a Escuela SAMU, donde me informaron de que buscaban un médico general para la clínica SAMU Wellness, así que me puse en contacto con el doctor Álvarez Leiva, quien me entrevistó. En este último año con SAMU también he trabajado en diversos dispositivos haciendo frente a la pandemia. En marzo de 2020, formé parte de la medicalización de la Residencia del Tiempo Libre El Burgo, en la Línea de la Concepción (Cádiz), donde atendimos a personas con Covid-19. Y, recientemente, he participado en el último dispositivo que SAMU ha activado, en el Campo de Gibraltar.

—¿Por qué decidió participar en este último dispositivo frente al Covid-19?
—Sabíamos que la tercera ola de esta pandemia llegaría y que, una vez más, afectaría a nuestros abuelos, así que no me extrañó cuando me llamaron. Yo tenía experiencia, hacía menos de un año que había estado en La Línea. Recordé lo difícil que fue para los mayores estar lejos de sus familias, sufriendo la enfermedad. Sabía que no podía quedarme en casa sin hacer nada, sentía que tenía que ir. El dispositivo estuvo activo un mes, desde el 18 de enero hasta el 21 de febrero.

—¿Cuál fue su papel en este dispositivo?
—En primera instancia, hacer una primera evaluación de cada una de las residencias que atendimos, su estructura, conocer el número de contagiados, el estado de salud de los mismos, las medidas de bioseguridad de las que disponían estos centros y su gestión de residuos, algo muy importantes en estos casos, además de analizar las necesidades de recursos humanos y materiales. A partir de esa evaluación, brindar asistencia junto con enfermería, auxiliares y técnicos en emergencias sanitarias a todos los residentes.

—¿A cuántas residencias prestasteis asistencia?
—A cuatro. La residencia de mayores de Nuestra Señora del Rosario en Los Barrios, la residencia de Vitalia en San García (Algeciras), una tercera residencia en San Roque y el centro El Palmeral de La Línea de la Concepción.

—¿Cómo fueron los primeros días?
—Los primero días fueron los más duros. No sabíamos qué nos íbamos a encontrar y en algunas residencias reinaba el caos y el agotamiento físico y mental del personal, algo comprensible ante el auge de contagios en un corto periodo de tiempo.

—¿Cuáles fueron las mayores dificultades a las que os enfrentasteis?
—Cuando estudias en la universidad, te forman en prevención de la salud, en diagnóstico, manejo y control de enfermedades agudas y crónicas, además de en cuidados paliativos al final de la vida. Creo que esto último es lo más difícil. Este año me he tenido que enfrentar muchas veces directamente a la muerte, sin poder hacer nada por el paciente, sólo ayudarle a bien morir. Esto ha sido lo más fuerte que he vivido.

—¿Ha tenido o tiene miedo a contagiarse en el trabajo?
—Me daba más miedo contagiarme al comienzo de todo, cuando aún no sabíamos todas las maneras posibles de contagio. Hoy, gracias a la formación continua en bioseguridad que recibimos en SAMU, ese miedo ha disminuido. Como ejemplo de ello, tenemos la menor tasa de bajas laborales por contagios en personal.

—¿Qué lecciones ha aprendido de esta experiencia?
—Esta experiencia me ha enseñado a que, al salir de mi zona de confort, puedo adaptarme ante situaciones de crisis, dar lo mejor de mí, trabajar en equipo y de esta manera ayudar a quienes más lo necesitan. Me ha aportado satisfacción al ver que, cuando trabajas con compañeros con una gran calidad humana y profesional, que tienen tu misma visión, tus mismas ganas de aportar un grano de arena ante una situación tan crítica, el trabajo no se hace trabajo sino vocación.

Reflexiones sobre la gestión de crisis sanitaria de la Covid-19

Las catástrofes existen. Las globales, se dan cada seis o siete años, pero existen también. En diciembre de 2019, en la ciudad china de Wuhan se detectó en humanos un nuevo virus causante de un síndrome respiratorio letal, SARS Covid-19. En junio de 2020, las cifras arrojan más de 7,1 millones de personas contagiadas en más de 185 países del mundo, de las cuales 400.000 han perdido la vida. La pandemia ha reunido todas las características de una catástrofe humanitaria por lo insólito de su expansión, la agresividad de sus manifestaciones, el caos organizativo, el caos psicológico y, sobre todo, por la desproporción trágica entre necesidades y medios. Hay un único culpable: el coronavirus Covid-19.

España vivió su particular punto crítico en marzo y abril con un número de 240.000 afectados y 27.127 fallecidos distribuidos de forma irregular por todo el territorio. Al objeto de suplir carencias de camas de hospitalización, se generó la inmediata necesidad de improvisar unidades de absorción. Se usaron para ello recursos circunstanciales, especialmente hoteles y centros de congresos. Correcto: en la declaración del estado de alarma, a pesar de la profusión de indicaciones sobre confinamiento, transporte, higiene, seguridad, movilidad, etcétera, en ningún momento se determinaron criterios sobre las prioridades asistenciales (triaje), quedando esta decisión a la exclusiva discrecionalidad de profesionales y algunas agencias que se han atrevido a llevarla a cabo, y que, aunque ahora son denostadas, hicieron lo correcto.

El triaje es el primer escalón del proceso asistencial en medicina de catástrofes y tiene como función única y dolorosa adecuar los recursos asistenciales a la situación individual de cada paciente, en beneficio de la mayoría.

Estábamos inmersos en una situación de catástrofe real, documentada y declarada. Por ello, los procesos cambian con respecto a una situación de normalidad y es de rigor evitar la confusión (verdades todas entrecruzadas) creada por la mezcla de emociones de las familias y los profesionales, y las conveniencias políticas.

La jurisprudencia deberá orientarse con cuidado a la hora de marcar responsabilidades porque los criterios de triaje marcan inequívocamente que a la hora de empeñar recursos críticos, entre un paciente sin patología previa y calidad de vida sana y uno añoso pluripatológico (prescindamos de emociones), la medicina de catástrofes decidirá tratar al primero.

La vida misma es selectiva y el mensaje a trasladar debe ser sincero, riguroso y descontaminado. Lejos estamos de emitir juicios de valor sobre determinadas actuaciones. Nos corresponde solo poner de manifiesto que, en situaciones de emergencia colectiva compleja, el triaje se hace necesario para preservar al conjunto de la sociedad asegurando su supervivencia.

En nuestro criterio, las debilidades más significativas de la gestión de esta crisis han estado, fundamentalmente, ligadas a la formación de los gestores y la ausencia de previsiones estratégicas.

Con respecto a los primeros, el modelo de “coordinación” elegido, “mandar por acuerdos”, es solo adecuado en momentos de normalidad. En situaciones de crisis complejas, el proceso adecuado es el de mando y control, por muy políticamente inadecuado que parezca. Es preferible uno, aunque mande mal, que muchos que pretenden hacerlo bien.

La preparación en riesgos biológicos, químicos y nucleares se ha demostrado que es manifiestamente mejorable no solo entre los sanitarios, sino también en profesionales de todos los sectores.

La formación en gestión de crisis deberá formar parte del diseño curricular de cualquier gestor con responsabilidades comunitarias. Deben ser obligatorias la disponibilidad de reservas estratégicas de recursos críticos y el entrenamiento continuado en su manejo. Eso es tratar la curva impidiendo que suba. La reserva estratégica implica, además de disponer de determinados estocajes, la posibilidad de reconvertir por decreto procesos industriales en beneficio del déficit coyuntural manifiesto. La inversión en riesgo es una inversión rentable.

La medicina de campaña recupera protagonismo como elemento de reserva asistencial para situaciones de catástrofes, ya que es cierto que una enfermedad en cualquier parte del mundo “es una enfermedad en todas partes”.

La gestión de la angustia de familiares, pacientes y profesionales se ha revelado como un estándar de calidad asistencial al mismo nivel que la atención medica. Las nuevas tecnologías suponen un paradigma nuevo en el desarrollo de mando y control, así como en la gestión de la angustia familiar.

La teledirección, reforzada con el liderazgo rotatorio sobre el terreno, se ha mostrado logísticamente posible y organizativamente eficiente. Las crisis se gestionan con templanza y determinación con un horizonte único: disminuir el daño final, asumiendo que el buen gestor lo hace con lo que tiene, no con lo que debería haber tenido.

Carlos Álvarez Leiva.

Fundador de SAMU y presidente de Fundación SAMU.

Experto en gestión de crisis.

Escuela SAMU Sierra Nevada

Escuela SAMU: Los caminantes blancos asaltan Sierra Nevada

Una treintena de alumnos de Escuela SAMU participaron en febrero en Sierra Nevada (Granada) en la segunda de las tres acampadas de supervivencia que organiza anualmente el centro formativo con el objetivo de que los estudiantes del Máster de Enfermería de Urgencias, Emergencias, Catástrofes y Acción Humanitaria (UECAH) 2019-2021 de la Escuela SAMU y Fundación CEU San Pablo, y los ciclos de Formación Profesional profundicen en sus conocimientos y aprendan a trabajar y a sobrevivir en un medio hostil.

En esta ocasión, la actividad llevaba por nombre Operación White Walkers (Caminantes Blancos). Se trata de una acampada de invierno planificada y organizada por alumnos del Máster de Enfermería que se desarrolló, al igual que en años anteriores, en Sierra Nevada, concretamente en la zona de Fuente Alta (Monachil), y se llevó a cabo entre los días 11 de febrero de 2020 (Día D) y 13 de febrero de 2020 (Día D+2).

En esta acampada se realizaron diversas actividades relacionadas con desplazamientos, rescate de personas y supervivencia en la nieve, además de la subida al pico Veleta. Para ello, se contó con una empresa que orientó a los concurrentes en las peculiaridades del trabajo en montaña. En este tipo de ejercicios, los alumnos adquieren los conocimientos necesarios para poder desenvolverse en condiciones adversas climatológicas además de aprender diversas actividades de rescate de alta montaña.

“La primera acampada de supervivencia siempre es una primera toma de contacto, mientras que en la segunda ya se afinan los conocimientos y nos centramos en la formación en rescate en alta montaña”, explica Andrés Rodríguez Holst, coordinador del Máster de Enfermería de Escuela SAMU. “Los objetivos principales de esta acampada es que los alumnos aprendan a adaptarse a un medio hostil, a sobrevivir en él y a trabajar en un medio tan agresivo ambientalmente como éste”.

El docente de Escuela SAMU explica que para los estudiantes es muy importante realizar prácticas en estas condiciones medioambientales, ya que generan muchos aspectos particulares que los sanitarios deben tener en cuenta a la hora de trabajar. “En una asistencia en alta montaña hay que tener en cuenta muchas variables, como por ejemplo la ventilación del paciente y la presión pulmonar cuando se realiza ventilación mecánica, así como su temperatura corporal. El metabolismo cambia en estas circunstancias y son cosas que nuestros alumnos tienen que aprender in situ”, manifiesta el docente Andrés Rodríguez.

Entre las actividades llevadas a cabo de forma conjunta con la empresa Nevadensis destacan los talleres de progresión con crampones y piolet, autodetención, anclajes de fortuna en montaña, técnicas de inmovilización y anclajes sobre camilla, técnicas de movimiento de camilla sobre terreno de montaña y ascenso sobre cuerda fija, entre otros.

“Se trata de una acampada muy dura por las condiciones del terreno y la climatología. No obstante, este año nos encontramos con menos nieve de lo que viene siendo habitual, por lo que los alumnos pudieron ascender y desplazarse por determinadas zonas con más facilidad que en años anteriores”, comenta Rodríguez Holst.

La mayoría de los estudiantes que participaron en esta acampada son alumnos del Máster de Enfermería de Urgencias, Emergencias, Catástrofes y Acción Humanitaria (UECAH) 2019-2021 de Escuela SAMU y Fundación CEU San Pablo, aunque también acudieron alumnos del ciclo de Formación Profesional de TES de primer y segundo año.

A modo de “recompensa por la capacidad y el esfuerzo demostrado”, como es tradicional y tal como explica el coordinador del Máster de Enfermería, un grupo formado por más de 20 personas ascendieron con crampones y piolet al pico Veleta, que, con una altitud de 3.398,68 metros sobre el nivel del mar. Es la cuarta cumbre más alta de España y segunda de su cordillera, sólo por detrás del Teide (Tenerife), Mulhacén (Sierra Nevada) y Aneto (Pirineos).

Mientras un primer grupo subía al Veleta, un segundo grupo más pequeño se quedó en el campamento base recogiendo los materiales para iniciar así la reactivación y el regreso a Sevilla con las mochilas llenas de nuevas experiencias.

El Alfar Asturias

Alojamientos tutelados El Alfar: la llegada de SAMU a Asturias

SAMU ha vivido en los últimos meses un proceso de expansión que le ha llevado a tener presencia en ocho comunidades autónomas. En el anterior número te hablamos de nuestro trabajo en Canarias y en esta ocasión queremos centrarnos en el Principado de Asturias, donde Fundación SAMU gestiona El Alfar, un alojamiento tutelado para personas con discapacidad intelectual. Se trata del primer recurso gestionado por Fundación SAMU en el norte de España.

Los profesionales de la Fundación llevan desde 2015 aplicando la filosofía SAMU a los diez residentes en dos pisos del barrio de Natahoyo, en Gijón. Se trata de ofrecerles un trato cercano basado en el respeto y el afecto, potenciar su autoestima y estimular su interés vital. En definitiva, de darles las herramientas para ser cada vez más autónomos y disfrutar plenamente de la vida.

Son personas que tienen entre 26 y 64 años, que llevan más de un lustro en esas viviendas y que tienen una discapacidad leve, lo que les permite desarrollar una vida muy independiente. No obstante, Raquel Prado, responsable del recurso, explica que a veces necesitan unas pautas que guíen su conducta. “Hay unas normas básicas del alojamiento y luego ellos gestionan su tiempo y su ocio”, explica.

Por ejemplo, cada uno tiene asignada una tarea diaria, y se trabaja en la limpieza de la habitación, en el mantenimiento de los espacios comunes o en el fomento de la convivencia. Se trata de entender que “si no haces la tarea de colada fastidias al resto porque no tienen la ropa limpia”, ilustra Prado.

De esta forma, desarrollan capacidades y habilidades básicas, dentro de las cuales la higiene resulta esencial. También el cumplimiento de unos horarios de comidas, de entrada y de salida.

Un amplio grado de autonomía

Más allá de las normas básicas, establecidas en un reglamento interno, los usuarios pueden hacer una vida muy independiente. Se lo permite su leve grado de discapacidad y el hecho de que, excepto en dos casos, ninguno esté sujeto a una relación de tutela. La mayoría mantienen relaciones sociales normales o acceden a medios de transporte con normalidad.

SAMU les anima a profundizar en su autonomía. El objetivo de SAMU es proporcionar a estas personas un lugar donde vivir dignamente y en convivencia, y, contando con su participación, proponer soluciones individuales a sus necesidades de atención integral.

Ir a la farmacia a renovar sus recetas electrónicas, renovar la cartilla del paro, hacer pequeños recados o elegir ropa son pequeñas tareas que permiten consolidar su independencia y comprobar cómo se desenvuelven. “Cada pequeña gestión bien hecha por cada uno de los usuarios es un verdadero triunfo”, señala la directora.

Prado comenta que, no obstante, a veces intentan orientar su comportamiento estableciendo premios y cautelas. “Nos dejan que les gestionemos la paga, por ejemplo, y les damos una cantidad cada semana. Legalmente no les podemos obligar, porque no podemos gestionar el dinero a un mayor de 18 años que no esté incapacitado, pero hablamos de personas que no saben gestionar el dinero”. Esta ayuda, establecida de acuerdo con el residente, es una garantía para evitar sorpresas desagradables.

Talleres de cocina y una jornada de entrenamiento

También hay momentos para las actividades comunes, aunque a algunos usuarios les cuesta participar de ellas. Los fines de semana, Prado suele organizar talleres de cocina para sacarlos de la rutina, e incluso están elaborando un recetario propio. También los acompaña a eventos culturales o festivos, y otras veces basta con salir a comer todos juntos.

La actividad más especial la llevan haciendo cada año desde 2016, en colaboración con la Federación Asturiana de Fútbol. Una jornada de entrenamiento: “Nos facilitaron unos campos y con un grupo de entrenadores montaron pequeños cuadrantes de entrenamiento, por los que iban rotando. Conos, tiros a puerta… Entregamos diplomas, hicimos fotos y estuvieron muy animados”, recuerda Prado.

Todo esto permite comprobar cómo, poco a poco, van avanzando en su objetivo de ser cada vez más independientes. Así lo entienden los responsables del recurso, que se presta los 365 días del año durante las 24 horas del día: “No es igual como entraron a como están ahora. Había gente que no tomaba la medicación de manera adecuada, otros que venían con un comportamiento problemático que han ido puliendo. Otros entraron sin ducharse o, directamente, no querían hacer nada. Ahora han evolucionado a una higiene normalizada y acuden de manera continua a su centro de actividad o cursos que se les proponen”.

“Nuestra mayor arma es la palabra y la negociación”, comenta Prado. Esta constancia ha permitido que varios de ellos hayan logrado obtener un certificado de profesionalidad nivel 1, y otro ya tiene la competencia básica en la escuela de adultos. Son pequeños logros que les acercan cada vez más a una normalización plena, gracias a la atención personalizada de los profesionales de Fundación SAMU.

Lorenzo Benítez Distefar

“Estamos abiertos a nuevas alianzas con SAMU”

Lorenzo Javier Benítez Dueñas (Fuentes de Andalucía, Sevilla, 1959) creó en 2004, junto a su socio José Francisco Muñoz, Distefar, una empresa de referencia en la gestión integral de ensayos clínico. Recientemente, esta empresa sevillana ha realizado una importante donación de material a Escuela SAMU.

—¿Cómo surgió el proyecto empresarial Distefar?
—Distefar nació en 2004 con el propósito de ofrecer un servicio integral para el desarrollo de la investigación en ensayos clínicos. Mi socio procedía de la industria farmacéutica y yo del de la distribución de fármacos. Ambos decidimos poner en marcha este proyecto con el objetivo de solventar algunas de las problemáticas del sector farmacéutico y la investigación.

—¿Cuáles eran algunos de estos problemas?
—Uno de los problemas principales era que las CROs (organizaciones de investigación por contrato), que proporcionan asistencia a las industrias farmacéuticas, de biotecnología y de dispositivos médicos, no podían manejar medicamentos al no ser entidades sanitarias. Así, desde Distefar nos encargábamos de la gestión de fármacos en el ámbito de la investigación nacional y europea, atendiendo las necesidades de laboratorios, CRO´s, fundaciones y hospitales. Con el tiempo hemos ido aumentando la cartera de servicios, adaptándonos a las necesidades de nuestros clientes y consolidando así nuestra posición dentro de la investigación.

—¿Cuál es exactamente su labor?
—Por un lado adquirimos, almacenamos y distribuimos medicamentos para su investigación. Pueden ser moléculas nuevas o productos que ya se comercializan y ahora se les buscan otras ventajas farmacológicas. Y, por otro lado, también adquirimos y distribuimos todos los medicamentos que intervienen en un ensayo clínico, es decir, los llamados medicamentos concomitantes o de rescate.

—¿Cuál es el papel que juega España actualmente en el desarrollo de ensayos clínicos y dentro del sector farmacéutico en general?
—Cada vez son más los ensayos clínicos que se realizan en España. Antes, los grandes promotores y compañías farmacéuticas estaban en Estados Unidos, pero España está adquiriendo cada vez más peso gracias a la capacidad de reclutamiento de pacientes y los precios que ofrece. Además, el panorama está cambiando en Europa debido al Brexit. Los productos importados ya no pasan previamente por Reino Unido, y los promotores españoles prefieren trabajar con empresas nacionales.

—¿Cuáles son las grandes líneas de investigación de los ensayos clínicos actualmente?
—El 95% de los fármacos que adquirimos y distribuimos son para investigaciones oncológicas. Luego, en menor medida, también trabajamos con el campo de la hematología, pero sobre todo, oncología. Actualmente, uno de cada dos ensayos clínicos se centra en la oncología.

—¿Cuál es la situación de la investigación andaluza?
—Los ensayos clínicos llevados a cabo en los hospitales Virgen del Rocío y Virgen Macarena, en Sevilla, son muy potentes. Ambos hospitales están dentro del top 10 español. Nosotros intervenimos poco en hospitales andaluces. No sé por qué, es algo que tenemos que trabajar.

—Recientemente Distefar ha realizado una importante donación de material a Escuela SAMU.
—Sí, ésta es la tercera vez que donamos material a SAMU, como guantes de nitrilo, jeringuillas, aguja hipodérmica, cloruro sódico, material fungible en general. Resulta un material muy útil para los estudiantes del Máster de Enfermería que se forman en las instalaciones de la Escuela SAMU en Gelves.

—¿Realizan otro tipo de donaciones a otras entidades similares?
Por lo general siempre colaboramos con SAMU por la relación que nos une. Hace unos años intentamos crear un hospital en Melilla. Los continuos viajes, las reuniones de trabajo y el proyecto en general hizo que estableciésemos una estrecha relación con don Carlos Álvarez Leiva. Hubo muchas dificultades para poner el proyecto en marcha y no pudo salir adelante, pero desde entonces mantenemos una buena relación.

—¿Hay en marcha más proyectos de colaboración con SAMU?
—El tiempo lo dirá. Nosotros estamos abiertos a nuevas alianzas.