Said

La historia de Said: “Solo hace falta voluntad”

Said sueña desde niño con ser jugador de fútbol profesional y jugar en un gran equipo europeo. Empezó a chutar un balón con sólo seis años con sus amigos del barrio de la ciudad que lo vio nacer, Beni Mellal, en Marruecos. Poco después entró a formar parte del equipo de su ciudad, y más tarde en el club de Kasbat Tadla hasta que decidió emigrar a España.

Este joven menor de edad salió de Tánger junto con otros menores y llegó a España el pasado mes de septiembre. En menos de tres meses pasó por tres centros de menores de Andalucía, en los cuales estuvo poco tiempo, hasta que finalmente se fugó y llegó a Madrid.

Fue acogido en el centro de Hortaleza, en Madrid, durante dos meses y, luego, trasladado a un piso de Cruz Roja en Torrelodones. No fue hasta el pasado mes de enero cuando fue trasladado al centro que la Fundación SAMU tiene en Coslada (Madrid), donde actualmente convive con otros menores no acompañados y que llegaron a España en una situación similar a la de él. El joven se ha integrado bien entre sus compañeros y con los educadores del recurso, sin generar ningún tipo de conflicto, según reconocen desde el centro.

Said explica que sus padres aún residen en Marruecos, en la ciudad de Beni Mellal, junto con tres de sus hermanos. Tiene otro hermano que cruzó el Estrecho de Gibraltar antes que él y vive en un centro de menores en Gerona, además de un hermanastro mayor de edad que vive en Milán. En España cuenta con la presencia de un tío en Aranjuez, con el que mantiene buena relación.

“En Kasbat Tadla solía jugar cuatro días por semana, me encantaba jugar en este equipo. Solíamos hacer competiciones con otras ciudades y ganamos bastantes copas y medallas. En una ocasión, ganamos la Copa Danone en Rabat, competición que se celebra cada 3 años y en la que participan chicos de 10 a 12 años”, cuenta Said. “Siempre he jugado como defensa izquierdo”.

Cuando le preguntan sobre las diferencias en la forma de jugar de Marruecos y España, el joven confiesa que aprecia algunas. “Creo que el nivel de exigencia en mi equipo de Marruecos era un poco mayor. Aquí en España me gusta mucho el compañerismo que tenemos en el equipo, mis compañeros de equipo me ayudan bastante y mi entrenador es muy bueno”.

Para Said sus equipos favoritos son la Selección de Fútbol de Marruecos y el Real Madrid, mientras que los jugadores que más admira son Hakim Ziyech y Sergio Ramos. “Juegan muy bien al fútbol. Además, creo que son bastante responsables y buenos compañeros”. Cuando habla de su futuro, a Said le gustaría ser jugador profesional. “Creo que tengo posibilidades, nada es imposible. Sólo hace falta fuerza de voluntad”.

Castillejo

Un espacio cultural común en El Pelayo

La importante llegada por ruta marítima de menores inmigrantes que viajan solos, sin familia, ha significado un cambio radical en barriadas como la nuestra, en Pelayo (Algeciras). No es fácil para estos niños y adolescentes abandonar su hogar huyendo de la pobreza o la violencia, entre otros motivos, con la esperanza común de encontrar un lugar para construir un porvenir.  Su camino hasta llegar a España y la situación en los países de procedencia es extremamente complicada. Para comprenderles, es necesario ponerse en su lugar, hacer visible su situación y conocer el esfuerzo realizado en busca de un futuro mejor.

Con esta idea, el 11 de marzo nació la iniciativa de las profesoras del CEIP El Pelayo (escuela de nuestra barriada) que, con la colaboración del equipo educativo de ARB El Bosque y el alumnado de prácticas del CFGS de Integración Social García Lorca, han organizado una jornada de convivencia para que algunos de nuestros chicos puedan mostrar a los más pequeños la historia de sus vidas. Estos son algunos extractos:

“Fue un viaje muy duro y horas muy difíciles en las que 56 personas en una furgoneta sin ventanas ni ventilación atravesamos las montañas de Marruecos hasta embarcar en la patera que nos llevaría a España”.

“Vi sufrir a mucha gente. Algunos llevaban meses, incluso más de un año, esperando en esas montañas la oportunidad para cruzar el mar”.

“Todos somos iguales, pero no tenemos la misma suerte, ni el mismo destino… ni tampoco los mismos sueños”.

“Vivo con más niños en un centro de menores que es mi casa. Allí nos enseñan vuestro idioma y conocemos vuestra cultura. Ahora sólo pienso en ir a la escuela y aprender un oficio para poder ayudar a mi familia”.

Historias como las de Issiaga (Guinea) y Ossama (Marruecos) sorprendieron a un alumnado que, a pesar de su corta edad, mostró un interés y una empatía admirables. El resto de la jornada transcurrió en las zonas exteriores del colegio, donde menores y docentes desarrollaron una atmósfera afectiva muy agradable que nos invitó a pensar que avanzamos en la dirección correcta.

La misma admiración sentimos también por unas jóvenes maestras que, con su desempeño en la educación del alumnado a su cargo, trabajan para conseguir un espacio cultural común, un entorno que no suponga pérdidas de identidad sino enriquecimiento mutuo. Sin duda están caminando hacia un modelo inclusivo y abierto a todo el alumnado, en el que promueven relaciones positivas y naturales entre los diferentes grupos, cualesquiera que sean su origen, cultura o procedencia, creando vínculos afectivos, respetando las diferencias individuales y manteniendo una diversidad cultural que a su vez, sólo entienden como un valor añadido.

Jaouad

La mayoría de edad de Jaouad

El 29 de junio de 2018 a las 12:30, aparcaba en la puerta de la Unidad de Atención Inmediata (AI) SAMU Dúrcal, en la provincia de Granada, un autobús lleno de historias de vida, de sueños y también de miedos. Una de esas historias es la de Jaouad Abdenbi, un joven marroquí natural de Iklim Tadla, que decidió emigrar a España en busca de un futuro mejor.

Jaouad pasó su infancia rodeado de campos de olivos y ganado de los agricultores de la zona. Su tiempo libre discurría entre las horas de colegio y los baños en el río. Su padre, un trabajador incansable y firme defensor de los valores familiares, es uno de sus principales referentes. Es el mayor de cuatro hermanos y el paño de lágrimas de su madre, Ghislaine. Con ella tiene una relación de complicidad que emociona escuchar.

Jaouad creció marcado por la impotencia de no poder ayudar en la economía familiar, cubriendo necesidades como los gastos de la educación y la sanidad. Sus padres querían que Jaouad estudiara pero sólo consiguió terminar la etapa de Primaria. “Nos ha confesado en más de una ocasión que no era un buen estudiante, por lo que se dedicó a ayudar a su padre en el trabajo del campo. Se repartían las fincas a cuidar y los rebaños a pastar. Así conseguían que llegaran más ingresos a casa”, comenta Siham Khalifa El Abdi, auxiliar técnico educativo de la unidad de AI SAMU Dúrcal.

Jaouad tomó consciencia de su necesidad de migrar hace un par de años. Al plantearle el tema de la migración a sus padres, no contó con el consentimiento paterno. Éste no quería ‘perder’ a su hijo, que además era su principal apoyo. Hace menos de un año volvió a retomar la idea de la migración, esta vez motivado por su grupo de iguales. Casi todos sus amigos de la infancia se habían ido. Esta vez contó con la complicidad de la madre, y juntos, convencieron a su padre.

La familia puso a disposición de Jaouad todo lo que tenían. Su padre le entregó sus ahorros pero no eran suficientes. “Una plaza en la patera es más cara en el mes de junio”, le comentaron a su padre. Solo quedaba una alternativa, vender las joyas de la madre. “Este capítulo es quizás el más doloroso para nuestro chico. Él sabía lo valiosas que eran esas joyas, no por su valor económico, sino por el emocional. Eran su regalo de boda, su dote. Agradecido, juró que trabajaría todo lo necesario para recompensar a la madre”, explica la educadora del centro.

El día de la despedida

Jaouad salió de una playa de Nador para embarcar rumbo a alguna costa española. No importaba cuál. Lo que a Jaouad no le habían contado es que en una embarcación irían 60 personas, y que tras 27 horas en alta mar, la embarcación se rompería y que pensaría que aquel día podría ser el último de su vida. Afortunadamente, no fue así. Tras ser rescatados por Salvamento Marítimo, empezó su nueva vida.

“Uno de los principales miedos que tenía Jaouad al llegar a nuestro centro era el poco margen temporal que tenía para la temida mayoría de edad. Tenía miedo a que llegara el día de su 18 cumpleaños. Qué paradoja”, indica Siham Khalifa El Abdi. “Jaouad es un joven lleno de sueños y ganas de prosperar para ayudar a su familia a salir de una situación de extrema necesidad. Desde un primer momento destacó por su excelente comportamiento, su autonomía y su capacidad de integración. Siempre dispuesto a ayudar a los demás”.

Su educador y tutor de referencia, José Gonzalo Muñoz Martín, profesional con una amplia trayectoria en la atención a la infancia y adolescencia, define al joven como “el ser más noble y bondadoso que jamás ha atendido”. Con capacidad de negociación con los profesionales y con sus iguales, siempre ha sido una figura clave en el buen funcionamiento del centro. “Un chico respetado y querido por todos y todas”, aseguran desde el recurso granadino. “Incluso en los momentos de frustración e incertidumbre, ha sido capaz de esbozar una sonrisa. De hecho, para mi compañero Yeyo, esa sonrisa es sanadora y reforzante, te hace sentir bien y te recuerda que tu labor es importante”, señala Siham Khalifa El Abdi.

La mayoría de edad

Y llegó el día del 18 cumpleaños, pero el equipo de la unidad de Atención Inmediata de Dúrcal tenía claro desde el principio que no iba a permitir que éste fuera un día triste para el joven Jaouad. Y no lo fue.

El equipo de Dúrcal se ha esforzado mucho para encontrar un recurso de Alta Intensidad para jóvenes extutelados. Este tipo de recursos están destinados a la inserción socio-laboral de los jóvenes inmigrantes mayores de 18 años mediante la convivencia en pisos de autonomía. El objetivo es preparar a los jóvenes para su total emancipación e independencia, dotándoles de las herramientas necesarias para ello. Están destinados a acoger a jóvenes de entre 18 y 21 años que previamente han estado tutelados. Pueden permanecer en este tipo de recursos un máximo de 12 meses, prorrogables excepcionalmente hasta alcanzar los 18 meses. “Sabíamos que era difícil encontrar una plaza en un recurso de este tipo en tan poco tiempo, pero lo conseguimos. La triste realidad es la escasa oferta de recursos existentes para los mayores de edad”, apunta Siham Khalifa.

De hecho, en el momento de alcanzar su mayoría de edad, Jaouad no consiguió plaza en uno de estos recursos de alta intensidad, pero sí en una asociación que le abrió sus puertas sin límite de tiempo de permanencia, sabiendo previamente que se trataba de un joven excepcional. Se trataba de la Asociación Escuela Solidaridad de Atarfe (Granada), recurso en el que, tras una convivencia comunitaria entre muchas personas con distintas situaciones personales y liderada por su presidente, Ignacio Pereda Pérez, Jaouad encontró un buen lugar donde permanecer mientras el equipo de SAMU seguía trabajando por mejorar su situación y ofrecerle oportunidades.

“Afortunadamente, antes de que Jaouad cumpliera sus 18 años, desde nuestro recurso pudimos tramitar su Carta Nacional de Identidad, su Pasaporte y asegurar su Resolución de Desamparo por parte de la Administración Pública competente. También pudimos solicitar su Permiso de Residencia por Circunstancias Excepcionales, permaneciendo actualmente a la espera de respuesta”, explica Siham Khalifa.

“Su paciencia y la perseverancia de todo el equipo profesional de nuestro recurso han hecho posible que, desde el 13 de marzo, Jaouad disfruta de una plaza en un recurso para extutelados en Ciudad de los Niños, Granada, pendiente de iniciar formación específica acorde a sus capacidades y reforzando el aprendizaje de la lengua española. Hoy más que nunca, Jaouad es consciente de que el lenguaje es la principal puerta a la integración”.

Repartidores de ilusión

La magia y la ilusión llenaron el pasado 5 de enero las instalaciones de la Residencia San Sebastián, en Cantillana (Sevilla). Un grupo de usuarios y trabajadores del centro participaron en la Cabalgata de Reyes Magos de este municipio como pajes del rey Melchor y formando parte de la comitiva de beduinos.

Esto ha sido posible gracias a la iniciativa planteada por Lidia Soledad Daza Díaz, auxiliar de enfermería de la Residencia San Sebastián, que el 5 de enero se metió en la piel del Rey Melchor. “Para mí el 5 de enero es un día muy especial y me hacía mucha ilusión ser Reina Maga. Llevaba varios años comentándole a mis compañeros de SAMU la posibilidad de que la entidad tuviera presencia en una carroza y este año me lancé y me apunté en el Ayuntamiento de Cantillana, con la aprobación previa de la directora de la residencia”, comenta la joven.

En la carroza, Lidia Daza estuvo acompañada por varios compañeros de SAMU y cuatro residentes: Manoli, Gabriel, Enrique y José Manuel Fidalgo, además de numerosos niños. Abajo, en el cortejo y vestidos de beduinos, iban más residentes y compañeros. “Mi objetivo siempre ha sido compartir la ilusión de ser Reina Maga con los chicos de SAMU”, indica.

Además, todos ellos repartieron durante el cortejo diferentes objetos, regalos y manualidades confeccionados por los propios usuarios de la residencia durante los meses previos a la cabalgata, como cuadernos, separadores de libros o pelotas. “Ha sido muy emocionante ver lo involucrados y motivados que estaban todos los usuarios con el proyecto. Algunos preferían no salir de excursión y quedarse en el centro haciendo manualidades”.

«Operación Ukuphuma»: La evacuación límite de un complejo hospitalario

Bajo el nombre en clave Operación Ukuphuma, Escuela SAMU acogió en enero el simulacro número dos de la programación del Máster de Atención Prehospitalaria, Catástrofes y Acción Humanitaria. Las instalaciones de adiestramiento de Gelves (Sevilla) se convirtieron en un insólito escenario de emergencias para recrear la evacuación de un hospital por una gran fuga de gas con riesgo de explosión. Es parte del programa del Máster y tiene los objetivos de afianzar y demostrar los conocimientos adquiridos durante el módulo de Urgencias y Emergencias, así como desarrollar la evaluación continua del alumnado.

“El simulacro se realiza como complemento en el proceso de aprendizaje de estos futuros profesionales, facilitando el desarrollo de habilidades para la resolución de problemas asistenciales, organizativos y logísticos sobre los que el alumno se ha formado previamente”, explica Thomas Couyotopoulo, subdirector de Escuela SAMU.

De esta forma se acerca al alumno a una situación real, controlando la complejidad de las situaciones y potenciando la gestión del conocimiento.

En la literatura especializada suele señalarse que un hospital no es un recinto evacuable y, aunque esto es defendido por la mayoría de los expertos, lo cierto es que puede llegar a necesitarse tomar una medida de estas condiciones, aunque sea como resolución extrema. Precisamente por la dificultad que comporta la evacuación de un hospital es por lo que se hace más necesario tener preestablecido un posible plan y ejecutar el oportuno entrenamiento para llevar a cabo la misma con las máximas garantías de éxito.

Un ejemplo de esta situación límite fue la evacuación del Hospital Universitario Virgen Macarena el 19 de noviembre de 1978 debido a un incendio generado por un cortocircuito.

El simulacro se celebró el 29 de enero, con una duración de 5 horas, con el objetivo principal de aprender a gestionar una evacuación hospitalaria ante una situación de emergencia en un escenario simulado.

Otros objetivos del ejercicio fueron desplegar puestos provisionales y definitivos de triaje; potenciar la capacidad de reacción en situaciones especiales; simular la evacuación de un hospital; perfeccionar el correcto transporte y transferencia de pacientes críticos; resolver los problemas asistenciales que se presenten; y actuar en consecuencia al puesto jerárquico ocupado.

Este tipo de ejercicios forman parte de la filosofía de trabajo de Escuela SAMU que, bajo el lema “aprende haciéndolo”, trata de adiestrar a futuros profesionales de emergencias especialistas en salvar vidas y con una amplia trayectoria de campo.

La voz de la experiencia

Cuando tenía ocho años, Moha se subió al eje de un camión de pescado cerca del puerto de Tánger. Luego se agazapó durante horas en un barco y amaneció en Algeciras, cuando dos perros empezaron a ladrar. Había llegado a España. “Para mí era un sueño”, cuenta hoy, con inconfundible acento de la Bahía. Con 20 años, estudia y trabaja, y se siente gaditano. Nos atiende por teléfono a la carrera, entre clases de francés y del carné de conducir.

El de Mohammed El Harrak es un ejemplo de superación. Su padre fue encarcelado siendo él un crío, y Moha se fue pronto a vivir con su abuela. Cuando ella murió, se encontró en la calle. “Comía de las sobras, a base de pedir y vender kleenex en los semáforos. Estaba más tiempo en comisaría que en la calle. Empecé a esnifar una especie de pegamento”, relata. Durante meses, intentó colarse en alguno de esos camiones. “No quería acabar como acaban todos, delinquiendo y en la cárcel”. Si consiguió huir de un futuro de drogas y marginalidad fue, precisamente, porque era muy pequeño. “No me pillaron porque podía esconderme. Tuvimos suerte”, admite.

Moha aprendió español rápidamente y se sacó el título de Educación Secundaria de forma brillante. Después obtuvo el Grado de Atención a Personas en Situación de Dependencia y ahora está a punto de terminar el de Animador sociocultural y Turístico. “Desde que eché cabeza siempre me ha ido muy bien. No he suspendido ningún examen en todo el grado superior”, cuenta con orgullo. Le gustaría estudiar una carrera: Educación Social.

Mohammed puede explicar su experiencia a chicos que, como él, llegan a España en busca del sueño europeo. Durante los fines de semana trabaja en el centro de menores que dirige  Fundación SAMU en el término municipal de Tarifa. “Averiguo sus problemas y cómo solucionarlos”, resume. “He pasado por la misma situación por la que han pasado ellos, e incluso peor. Les digo que todo es posible, que se puede conseguir cambiar tu futuro con esfuerzo y constancia”.

En 2007 la Fundación SAMU empezó a incorporar a un chico extutelado en cada equipo de sus centros de acogida. “Ellos traducen lo que el menor siente y trasladan su experiencia de vida. Transmiten a los chavales seguridad, perspectivas de futuro, confianza, tranquilidad y también la idea de que nosotros estamos aquí para ayudarles en todo lo que necesiten”, explica Nicolás Torres, Director del Área de Menores de la Fundación.

Mounir: 24 horas en el mar

Jamal Elkihal y Mounir Kachkache también trabajan en Fundación SAMU después de pasar por alguno de sus centros de acogida, donde recibieron formación. Ahora cuentan su experiencia a niños recién llegados a España. “A veces llegan nerviosos, no saben qué hacer. Les doy una charlita y se relajan. Cuando les cuento cosas mías, mi historia, comprenden que lo que les pasa es lo mismo que me pasó a mí y a otros muchos chicos como yo, y entonces te escuchan. Saben que tengo razón”, explica Jamal, que además trabaja como repartidor y mecánico. Él también llegó a España después de una decena de intentos frustrados entre las ruedas de un camión. Hoy vive en Algeciras y tiene un niño de tres meses. “Yo ya me quedo aquí”, dice tajante.

En cambio, Mounir llegó en patera. Desembarcó en Torremolinos con apenas 16 años, después de pasar dos meses en un monte de Alhucemas, y 24 horas interminables en mitad del mar. Mounir recuerda exactamente cuántos viajaban en aquella barcaza: 37 personas, incluyendo una mujer y ocho menores, que al llegar a Torremolinos fueron trasladados a centros de acogida. Ahí empezó a cambiar la suerte de Mounir, que conoció a Nicolás Torre, un segundo padre para él.

Hoy, Mounir es un verdadero coleccionista de títulos. “Estudié electricidad de edificios, soldadura, monitor de deporte, resolución de conflictos, traductor, auxiliar de enfermería, que no llegué a terminar; auxiliar de geriatría lo tengo, monitor de centro de menores, auxiliar técnico educativo, rescate en alta montaña…”, enumera el joven Mounir Kachkache, casi sin respirar.

Después de convertirse en monitor de centro de menores, empezó a trabajar con Fundación SAMU. Como Jamal y Moha, es una ayuda valiosísima para la educación de los chicos acogidos en los centros de Fundación SAMU. “Cuanto más trabajo, más me alegro. Vamos por toda España para preparar a los centros, para formarlos y  para prestarles toda la ayuda y apoyo mental”.

El reto a los 18 años

Los menores no acompañados que pasan por el sistema de acogida y tutela se encuentran con un problema cuando cumplen la mayoría de edad: disponen de unos meses para acreditar que tienen una oferta de trabajo de al menos un año de duración. De lo contrario, España ordena su expulsión. En un contexto de precariedad laboral, pocos empresarios ofrecen trabajo a un joven extranjero sin experiencia, por lo que su futuro se complica de forma radical al alcanzar la mayoría de edad.

“La situación de estos chicos normalmente es muy complicada”, lamenta Nicolás Torres, que pide una modificación del marco jurídico para abrir el abanico de opciones. Por ejemplo, ampliar el plazo a los 21 años, considerar el hecho de que los jóvenes estén estudiando o valorar la búsqueda activa de empleo. “Hemos tenido niños durante seis años a los que deportan porque no han podido renovar un permiso de residencia. Es un desgaste emocional, de personal y económico”.

Moha cree que si no hubiese logrado encaramarse al eje de aquel camión de pescado hubiese acabado enredado en la maraña de las drogas, y tiene claro que la vida son objetivos. Ésa es la filosofía que traslada ahora a los chavales, que afrontarán un reto cuando cumplan 18. “Siempre les digo: tened algo en la mente y luchad por ello. Os vais a encontrar mil obstáculos, y aquí estoy yo para ayudaros, porque también los tuve en su día”.

«Felicidades Mohammed. Me siento orgullosa de ti”

Por Palma Díaz. Trabajadora Social del ARB El Bosque.

NO sé si será culpa del paso del tiempo el hecho de que las ganas y el ímpetu con el que uno empieza un nuevo trabajo se pierdan. Todo se convierte en rutina e incluso se hace callo. Lo que en un principio te conmovía o entristecía, al cabo de los años lo ves algo tan natural que ni siquiera te paras a pensar en ello.

Hoy me reencuentro con un chico que estuvo con nosotros en el Centro de Protección de Menores El Bosque en 2009. Un chico que, nada más llegar a España con 11 años, se arrepintió de haber venido. Sin embargo, al mismo tiempo, comenzó a descubrir otra realidad y a convivir con chicos de su país.

En aquella época, no paraba quieto. Protagonizó algunas fugas y adquirió malos hábitos. Tanto fue así que a veces, en fines de semana, me lo tenía que llevar a mi casa para que el resto de los chicos y compañeros educadores del centro pudieran salir a la playa o a hacer algún tipo de ruta.

Viendo el peligro constante al que se exponía, y velando por el bien de este menor, solicitamos su traslado a otro tipo de centro con una atención más individualizada. Su adaptación a este cambio fue dura. Le costó mucho, tanto a él como a los educadores y monjas del centro donde residía, pero tengo que decir que, hoy mas que nunca, me alegro de aquella decisión que el equipo de El Bosque tomó. Hoy me encuentro con todo un hombre, que valora el estudiar y que ve la necesidad de la formación para tener un buen medio de vida.

Mohammed fue un chico que me llegó al corazón, no sé si por su corta edad o por mi juventud y motivación. Tanto fue así, que acabé haciéndome familia colaboradora, lo que me permitía ir a visitarlo a Cádiz una o dos veces al mes y pasar periodos vacaciones con él.

Su recorrido ha sido bastante impetuoso pero tiene objetivos claros. Siempre ha sabido que las cosas se consiguen con esfuerzo. Incluso me sacaba una sonrisa cuando me decía textualmente que él alguna día sería como Nico [Nicolás Torres, Director del Área de Menores de SAMU]. Esa ambición que ha demostrado desde entonces me  agrada, porque se cumple el objetivo que nos planteamos con estos chicos a su llegada a nuestros centros.

Hoy, que me reencuentro con él, le pregunto qué tal le va la vida. Me cuenta que, a su mayoría de edad, salió del Centro San José, donde se sintió muy cuidado por las monjas. Me comenta que aún conserva a los amigos que hizo en el colegio cuando comenzó su etapa en Cádiz; y que tuvo mucha suerte porque tuvo una familia colaboradora que, una vez que él salió del centro, le ofreció su casa para que terminara de estudiar el Grado Medio de Atención a Personas con Dependencia. Así lo hizo.

Probó  suerte en el ámbito laboral en Barcelona, hecho que le convenció de que una buena base de estudios le permitiría optar a un mejor empleo y a tener una mejor calidad de vida. Así, regresó a Cádiz. Cursó el primer año del Grado Superior de Animación Sociocultural, viviendo de alquiler en una habitación con ayudas que le ofrecían el Padre Óscar y otras entidades. Ahora está cursando segundo de ese ciclo, y se ha  incorporado a la plantilla del Centro de Menores El Bosque.

Cuando le pregunto por la familia, me cuenta que una vez que cumplió 18 años no quería volver  a Marruecos. Él no sabe decirme por qué, pero por su forma de expresarse pienso que sentía miedo. Una de sus últimas educadoras se ofreció a acompañarle. Una vez llegados a Tánger, tardaron más de hora y media en salir del puerto. Creo que la incertidumbre de lo que pudiera encontrarse le superaba. Cuenta que no pudo parar de llorar en todo el trayecto del barco y que, una vez que se atrevió a salir del puerto, estaban dos de sus hermanos mayores esperándole. No sabía cómo reaccionar. Sus hermanos lloraron y él también. Todos se dirigieron a su barrio, Berchifa. Nada más entrar vieron a dos chicos correr y él ya supo de inmediato que eran dos de sus hermanos menores, “clavados” a él. El momento del reencuentro con su madre fue muy emotivo. No paró de llorar y abrazarlo. Hoy ha recuperado a esa familia que un día dejó atrás.

En una visita que realicé a Marruecos en 2010, su madre me contó que no entendía por qué su hijo se había ido. Ella se sentía triste y apenada, aunque saber que su hijo se encontraba cuidado y atendido le reconfortaba.

En la actualidad, nuestro amigo mantiene contacto con su familia. Va de visita con frecuencia, pero sí es verdad que cuando le preguntas, él dice que se siente de aquí, gaditano, que sus costumbres son nuestras costumbres. Es un chico totalmente desarraigado, algo natural ya que lleva en España casi el mismo tiempo que vivió en Marruecos antes de su migración.

Dice sentirse orgulloso en trabajar en SAMU y que, a pesar de que se le ofreció trabajar en otros centros, prefirió El Bosque  porque ésta fue su casa un día no tan lejano.

Felicidades Mohammed. Me siento orgullosa de ti.

“Para trabajar en SAMU tienes que estar hecho de una pasta especial”

Rubén Gordillo (Sevilla, 1979) forma parte de la plantilla de la Unidad de Estancia Diurna San Lucas desde su apertura en 2008. Su formación en Educación Musical le ha permitido poner en marcha  distintos talleres de musicoterapia. Ahora se centra en el modelo Benenzon, abriendo nuevos canales de comunicación con los usuarios.

 

—La UED San Lucas cumplió 10 años en 2018, los mismo que lleva usted trabajando en este centro. ¿Cómo ha sido su evolución?

—Destacaría la profesionalización del centro. Los comienzos fueron duros. Hace diez años apenas existía formación sobre cómo atender a las personas con discapacidad intelectual y trastornos de conducta o psicodeficientes, como se denominaban por aquel entonces, y poco a poco logramos especializarnos en la atención a este colectivo. La experiencia te aporta tranquilidad y seguridad.

—¿Cómo es su día a día?

—Yo soy educador, pero aquí todos hacemos un poco de todo. Desde recoger a los usuarios de sus domicilios cada mañana hasta preparar e impartir los diferentes talleres. También echamos una mano en el comedor, realizamos informes, evaluaciones y, si hace falta limpiar, también lo hacemos. No obstante, tendemos a buscar la especialización en cada uno de los puestos. Eso es algo en lo que el Comité de Innovación, al que también pertenezco, está trabajando.

 —Para trabajar con este perfil de usuarios, ¿uno nace o se hace?

—En mi caso creo que me he hecho, pero para trabajar con este colectivo tienes que estar hecho de una pasta especial porque en SAMU no trabajamos con tornillos o tuercas, sino con personas. Si no te gusta, es muy complicado trabajar aquí.

—¿Cómo surge el taller de musicoterapia?

—Yo soy muy aficionado a la música y maestro de Educación Musical. El primer taller surgió hace siete años. Hice diferentes cursos al respecto y fui aplicando lo que aprendía en el centro. Luego me hice Técnico en el Modelo Benenzon de Musicoterapia y Lenguaje no verbal, uno de los cinco modelos de musicoterapia reconocidos a nivel internacional.

—¿Cómo eran esos primeros talleres?

—Empezamos hace siete años con los usuarios más dependientes. Eran talleres muy directivos, es decir, dábamos a los participantes unas pautas que debían seguir. Hacíamos técnicas de respiración y de relajación, aprendíamos canciones con fines terapéuticos, nos expresábamos a través de los instrumentos. Trabajábamos el ritmo, la relajación, la melodía, la respiración. Había unos objetivos marcados, algo que no ocurre en el modelo Benenzon, el cual empezamos a aplicar hace tres años tras formarme en este campo.

—¿En qué consiste este modelo?

—Es totalmente distinto a lo que veníamos desarrollando. Es un modelo no directivo, abierto y vivo. Se trabaja con el vínculo entre musicoterapeuta y paciente, el vínculo terapéutico, con nuestra identidad sonoro-musical (ISO). Está más relacionado con la rama de la psicología y precisa de supervisión externa. Primero hacemos una ficha de cada usuario a través de entrevistas a sus familiares donde registramos datos como si en su casa hay instrumentos, o las canciones de su infancia. Luego, en sesiones individuales, el terapeuta y el usuario entran en una sala con instrumentos y permanecen en silencio. La labor del musicoterapeuta es acompañar y sostener al usuario. Cuando una persona lleva 20 minutos en silencio, empiezan a surgir cosas. El silencio remueve el inconsciente, los sentimientos y épocas pasadas. El terapeuta debe registrar cada reacción del usuario, prestando especial atención al lenguaje no verbal, posibles asociaciones, transferencia y contratransferencia, instrumentos usados y de qué modo.

—¿Cómo beneficia a los usuarios?

—Cuando a este tipo de personas no se les dice qué tienen que hacer y se les da libertad, ya es beneficioso para ellos. Hemos visto un cambio de actitud en muchos. Por ejemplo, hay un usuario que aparentemente no tiene percepción de la realidad y que permanece sentado y aislado. La familia nos comentó que había notado un mayor contacto visual y que ahora le ofrecías algo y lo cogía. No sabemos a ciencia cierta si esto es una consecuencia de la musicoterapia, pero sí podemos afirmar que estamos abriendo canales de comunicación y contribuyendo a la mejora de la salud y calidad vida de esa persona.

—¿Y a usted que le aporta?

—Mucha motivación, autoconocimiento y crecimiento personal.

—¿Cuál es el futuro de este proyecto?

—Me encantaría poder mantenerlo. Me consta que la directora del centro lo apoya, pero somos los que somos y a veces faltan manos. También me gustaría seguir formándome en este campo, para lo que hace falta dinero, tiempo y posibilidad de viajar, ya que en nuestra provincia apenas hay posibilidades de formación en este campo.

Olimpiadas TES 2019: El ejército todoterreno

Las instalaciones de Escuela SAMU en Gelves (Sevilla) acogieron el 18 de enero las VI Olimpiadas Sanitarias Técnico de Emergencias Sanitarias (TES) de SAMU, un evento que tiene como objetivo impulsar el trabajo en equipo de futuros profesionales en situaciones hiperrealistas y en competencia.

La actividad consistió en cinco pruebas eliminatorias en las que los alumnos y profesionales invitados, divididos en cinco grupos de tres personas, pusieron a prueba todas sus habilidades y conocimientos para afrontar ejercicios multidisciplinares en condiciones todoterreno.

Con la supervisión del equipo de instructores de SAMU, y en función de una evaluación basada en rúbricas, se otorgó una calificación por cada prueba que sumaría un total sobre 100. Después se dispuso esa puntuación en orden de mayor a menor y se seleccionó los tres mejores equipos para pasar a la prueba final. Los participantes del último grupo fueron rifados para pasar a ser los cuartos miembros de los equipos finalistas.

La tanda final consistió en un circuito de pruebas físicas muy exigentes que requirieron una demostración de fortaleza, concentración y conocimientos por parte de los participantes. El primer equipo en llegar a meta, formado por Rubén Muñoz, Jose Antonio Jimenez, Alejandro Oñate y Adrián Dominguez, se convirtió en campeón local y podrá participar en la próxima edición del Gran Prix de las Emergencias en representación de SAMU.

Este evento, que congrega cada año a profesiones sanitarios, bomberos y otros especialistas del sector de las emergencias de toda España, está organizado por la Unidad Rescate Extrahospitalaria Multidisciplinar de Emergencias (UREM) y se centra en el desarrollo de actividades de rescate y evacuación de víctimas. Un equipo de SAMU se alzó con el primer puesto el año pasado.

El objetivo principal de esta las olimpiadas sanitarias de SAMU es impulsar el trabajo en equipo. Además, se persigue fomentar la coordinación y comunicación del equipo; analizar la capacidad de adaptación a distintos compañeros y situaciones; poner a prueba la respuesta mental de cada participante; adaptar los conocimientos teóricos adquiridos en situaciones reales; y valorar la iniciativa personal.

Comunicado de Fundación SAMU sobre el caso del presidente del comité de empresa de la Residencia San Sebastián

Fundación SAMU ha abierto un expediente al trabajador Aurelio Ventura, enfermero en la Residencia San Sebastián (Cantillana, Sevilla) y presidente del comité de empresa de este centro, tras una investigación abierta a raíz de quejas surgidas dentro del propio comité y tras conocer el posible uso fraudulento de las horas sindicales por parte de este empleado.

Aunque este tipo de expedientes disciplinarios nunca trascienden del ámbito interno de la organización, Fundación SAMU ha considerado la necesidad de dar a conocer estos hechos tras la campaña de descrédito impulsada por el sindicato Comisiones Obreras.

Aunque el sindicato ha señalado que Aurelio Ventura ha sido despedido, Fundación SAMU quiere aclarar que este trabajador no ha sido despedido sino expedientado, y que será el patronato de la Fundación el organismo que determinará su futuro en la entidad.

Existen evidencias de que Ventura utilizaba sus horas sindicales, reservadas por ley para realizar tareas y funciones propias de su cargo, para trabajar y sumar puntos en la bolsa de trabajo del SAS, entre otros fines personales. En el procedimiento abierto a este trabajador, se ha solicitado a Ventura que acredite sus turnos en el SAS para desmentir estos hechos, pero ha declinado hacerlo.

Fundación SAMU también quiere aclarar que la apertura de este expediente se produce como consecuencia de las quejas trasladadas a la dirección por parte de una de las personas integrantes de este comité. La persona denunciante de las prácticas de Ventura afirma además estar siendo objeto de mobbing laboral por parte del presidente del comité de empresa, extremo que también está siendo investigado por la dirección.

La campaña iniciada por Comisiones Obreras pretende trasladar la falsa idea de que existe una situación de conflictividad laboral en la organización. La Fundación y el comité de empresa de Residencia San Sebastián han mantenido frecuentes negociaciones en los últimos años que en la mayoría de las ocasiones se han resuelto con acuerdos. Cuando no ha existido acuerdo y estas diferencias de criterio han acabado en los juzgados, las resoluciones han sido favorables a la Fundación.

Fundación SAMU lamenta que los intereses particulares de un trabajador expedientado por motivos disciplinarios hayan derivado en una campaña para intentar poner en entredicho la reputación de una organización de enorme compromiso y responsabilidad social en la que trabajan más de mil personas.